El responsable del ataque a la sede del PP en 2014 también era una persona con una enfermedad mental

Al igual que el remitente de las amenzadas a la ministra Reyes Maroto, el hombre que estrelló su coche cargado con bombonas contra la sede del PP también padecía de esquizofrenia

Una imagen del coche dentro de la sede del PP

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

La tensión y la violencia salpican la política. Después de las amenazas recibidas la semana pasada por el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la directora de la Guardia Civil, María Gámez, ayer fue la ministra de Industria, Reyes Maroto, la que tuvo que enfrentarse a un ataque similar.

El mensaje recibido por Maroto también llegó en forma de carta, acompañando esta con una navaja con manchas rojas, las cuales todavía se están analizando para saber si se trata de sangre o de pintura.

La policía ya ha identificado al autor material de esta última amenaza, que había escrito su nombre y dirección real en el remite de la carta. Por ello, los agentes de seguridad se desplazaron hasta la dirección señalada para proceder a su detención.

Al parecer, y según detallan las últimas informaciones, el presunto autor es un hombre de 43 años residente en la zona de El Escorial (Madrid), que padece de esquizofrenia y de otros desórdenes mentales y que es conocido en su municipio por sus salidas de tono en la vía pública.

Sin embargo, este no ha sido el primer ataque hacia los políticos protagonizado por una persona con algún tipo de enfermedad mental. Ya en 2014, el Partido Popular fue el blanco de una de estas agresiones, aunque en aquel caso se trató de un ataque directo a la sede del partido.

Ocurrió hacia finales de año, cuando un hombre turolense condujo desde la provincia aragonesa hasta Madrid con el objetivo de estrellar su coche, cargado con dos bombonas de butano, contra la sede de los populares ubicada en la Calle Génova.

En aquel entonces, el conductor del vehículo tenía la intención de explosionar un artefacto casero, formado por las bombonas que llevaba en el maletero, y quemar la sede del partido. Para ello, trató de acceder al edificio a la mayor velocidad posible, rompiendo la entrada del inmueble y llegando a la mitad de la recepción del mismo.

El reloj marcaba las siete y cuarto de la mañana, pero en la sede popular ya se encontraban varias personas que, por suerte, no se vieron afectadas por el accidente.

Un gran susto

Tras esto, el hombre fue detenido por las autoridades, que comprobaron que el sistema de iniciación y activación del artefacto estaba desconectado en el momento del accidente. A pesar de esto, los agentes procedieron a su desarmamiento atendiendo a motivos de seguridad, para lo que fue necesario que se desplazaran hasta el lugar un equipo Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (Tedax) y la Policía Científica.

Posteriormente se identificó al hombre como Daniel Pérez, que por aquel entonces contaba con 37 años. Era oriundo de Brochales (Teruel) y según testificó, había planeado el ataque para llamar la atención por la situación que en aquel entonces pasaba en el país, asegurando que no quería causar daño a ninguna persona.

Según los informes policiales, Daniel era una persona con graves problemas que, además, había perdido su trabajo y sus propiedades por causa de la precaria situación, culpando al partido de todo lo ocurrido y defendiendo que su ataque iba en contra de toda la clase política.

Pérez llevaba unos dos años en paro tras el cierre de la empresa de su padre, una situación muy inestable a la que habría que sumarle unos antecedentes por depresión, además de otros problemas mentales, tales como esquizofrenia, y problemas relacionados con el consumo de drogas.

Finalmente, el detenido ingresó en prisión con una condena de cinco años por los delitos de tenencia y fabricación de artefacto explosivo-incendiario y de incendio en grado de tentativa por estrellar su coche contra la sede del Partido Popular en la calle Génova, interpretando la justicia que tenía la clara intención de hacer estallar el artefacto, a pesar de que finalmente no lo hizo.

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