Sánchez dispara la tensión entre su alto mando ante la cita con Torra

La Moncloa mina la confianza en la estrategia ante la crisis catalana

Sánchez dispara la tensión entre su alto mando ante la cita con Torra

Ricardo Rodríguez

Publicado el - Actualizado

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Pedro Sánchez encara este 6 de febrero, a las 12:00 horas, una cita de “alto riesgo político” con Quim Torra en el Palau de la Generalitat. Y lo hace, además, con el reto de resolver, o al menos neutralizar, las tensiones internas y los equilibrios de poder en La Moncloa. La conveniencia del encuentro ha representado un nuevo detonante del pulso entre el jefe del Gabinete, Iván Redondo, y la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, que mantiene la guardia alta. Ambos gozan de la confianza del Presidente y pertenecen al sanedrín con capacidad real de influir sobre él.

La pérdida por parte de Sánchez del control de los tiempos, forzado a amoldar su calendario al de Torra, dispuesto ahora a jugar con la incógnita de la fecha de la convocatoria de las elecciones autonómicas catalanas, ha supuesto “una vía de agua en la línea de flotación” del jefe del Ejecutivo. Así lo reconocen a la Cadena COPE fuentes gubernamentales que inciden en el quebradero de cabeza de Pedro Sánchez por adaptarse a una Legislatura insólita, al frente de un Gabinete de coalición, y la necesidad del sostén de ERC.

Al grito de “moveremos lo que sea necesario mover”, el equipo del Presidente quiere confiar en que los de Oriol Junqueras sean capaces de librar su guerra con JxCAT sin romper los puentes con Madrid, toda vez estarían rentabilizando las cesiones gubernamentales, según reflejan los datos demoscópicos manejados en La Moncloa. El quid de la cuestión sigue versando sobre cómo tragar a Torra, un president de salida, con el resultado de daños mínimos para Sánchez. Por debajo de él llegó a desatarse una lucha por mantener – Redondo – o cancelar – Calvo - la reunión con el Molt Honorable. Algunos colaboradores reconocen leerse el plan diseñado para el presidente pero, en realidad, ante la denominada “torrada”, desconocen cuáles son las posibilidades reales de éxito.

El vis a vis va a ser un auténtico test de estrés, tras tratar de circunscribirlo Sánchez a “problemas urgentes” y Torra a la autodeterminación y presos. Pero todo se mueve sin perder de vista el clima preelectoral cuya foto finish, en mente de Sánchez, debería ser ese doble tripartito en Barcelona y en Madrid como fórmula de estabilidad para la Legislatura. Tal fin será la prueba del carbono de su política. Como en un puzzle, Sánchez se ve obligado por Torra a recolocar las piezas. El adelanto de comicios estaba descontado. “A 6 meses vista”, repetían en La Moncloa. Tal pronóstico, precisamente, queda enterrado ante la persuasión de que el “president”, en espera de la inhabilitación en firme, va a volcarse en dilatar al máximo la llamada a las urnas garantizarse unos meses más de estancia en el Palau San Jaume. El panorama ya ha hecho saltar las alarmas dentro y fuera de los muros de La Moncloa.

Nunca ha sido Sánchez propenso a exhibir debilidad. Descrito incluso por colaboradores como un líder aferrado al Poder, se ha granjeado un perfil de audaz capaz de rallar la temeridad. Ese lanzarse a tomar caminos a menudo sin retorno le llevó a evidenciar su condición de rehén de ERC en puertas de lanzarse a 48 horas de estancia en Barcelona, los días 6 y el 7 de febrero con el objetivo, desde luego, de diluir su reunión con Torra, llegada a ser tachada, intramuros de La Moncloa de puro trámite. En ningún caso por casualidad el desembarco presidencial llegó a ser bautizado por algunos en el alto mando monclovita como la “operación azucarillo”.

Pero hete aquí que la “mini gira” de Sánchez vino envuelta en la decisión de dejar caer la mesa bilateral hasta la conformación de un nuevo Gobierno catalán salido de las urnas. En un tiempo récord, el Presidente daba marcha atrás. Rectificación consumada en 7 horas. El perjuicio a los costaleros de ERC motivó el compromiso de celebrar ese foro en un corto plazo. Por medio, el Presidente hasta recibió cerca de una hora a Gabriel Rufián. Ahora bien, según fuentes solventes, el retraso de la mesa había sido pactado tiempo atrás en conversaciones privadas con ERC, de acuerdo unos y otros en su fluida comunicación en dejarla desvanecerse. Cualquier cosa, parecieron convenir, antes de entregar el diálogo a Torra. La desavenencia con los republicanos llegó ante el “error de comunicación”, así lo llamó el entorno del Presidente, de dejar constancia negro sobre blanco en un mensaje oficial.

En el enrevesado escenario de contradicciones, pulsos, rectificaciones, y tropiezos, La Moncloa terminó desembocando en el mutismo. Esa ha sido la consigna durante los últimos tres días. El mismo Pedro Sánchez cultivó el punto en boca durante el fin de semana a su paso por la Cumbre del Grupo de Países Amigos de la Cohesión. Una vez descubierto el valor del hermetismo, el Presidente tiró una vez más de su inaccesibilidad, una vieja conocida para la prensa, en el objetivo de dejar atrás la tormenta de sonrojantes titulares en su contra.

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