Sánchez reformula su estrategia y endurece la relación con Podemos
La brecha en la coalición alcanzó el clímax con la reforma laboral, pero las tensiones están lejos de suavizarse. Como consecuencia, el presidente usa sus armas
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La coalición resistirá, por ahora, aunque siguen abriéndose heridas en el camino. El pulso de Yolanda Díaz con la reforma laboral ante Pedro Sánchez representó un salto cualitativo que disparó las alarmas de La Moncloa. El “alto el fuego” sellado entre los socios en ningún caso ha despejado el panorama interno de tensiones y roces. Y solo pueden ir a más al converger grosso modo en los compromisos firmados con Bruselas a cambio de los fondos europeos.
En la mochila pesa el nuevo marco de relaciones laborales, el refuerzo sobre el papel de la coordinación entre los Ministerios de Trabajo, Economía y Seguridad Social con citas todas las semanas antes y después de los encuentros con sindicatos y patronal se ha revelado ya poco operativo, pero de igual manera el futuro de las pensiones ya ha calentado los ánimos. La contienda está servida y queda por ver si el tándem Nadia Calviño - José Luis Escrivá la gana con claridad o acaba en tablas, con un “empate”, ante las presiones de Díaz y Unidas Podemos. La cuestión final es, según el ala socialista, cuánto aguantarán las costuras del Gobierno. Por ellos, al menos, un año más.
Ha habido señales inequívocas. UP ha buscado presionar al PSOE revolucionándole el patio parlamentario y arrastrando a los costaleros habituales – ERC, PNV, EH-Bildu, PDeCAT, Más País, además de Compromís – a escenificar su exigencia de una futura reforma fiscal que penalice aún más a las rentas altas. La intentona ha estado lejos de ser del gusto de Hacienda, con María Jesús Montero a la cabeza, que ha introducido en los Presupuestos Generales del Estado de 2022 el tipo mínimo del 15% en Sociedades, en espera de ir más allá con una entrada en vigor de nuevos tributos en 2023 y una reducción o supresión de beneficios fiscales.
De vuelta, Pedro Sánchez ha carecido de reparos en enviar algún toque de atención a los morados. El Presidente ha actuado por la vía de los hechos. Para ello, ordenó dar luz verde en el Consejo de Ministros de la semana pasada al anteproyecto de ley para consolidar la equidad, universalidad y cohesión del Sistema Nacional de Salud. Desde la órbita podemita conocieron la intención en manos de Carolina Darias apenas tres días antes, en la Comisión General de Secretarios de Estado y Subsecretarios y se mostraron molestos por el hecho de que la norma pasase el preceptivo filtro sin una negociación previa.
Las iniciativas habitualmente tienen un control de doble lectura en la Comisión General. Pero esa batalla cogió a los morados sin una capacidad de reacción. Sus movimientos solo podrán plasmarse una vez aprobado ya el anteproyecto por el Consejo de Ministros. A toro pasado y no en un consenso anterior a la llegada de una propuesta a la mesa de la reunión semanal del Gabinete. De hecho, UP buscará enmendar el texto en el todavía lejano trámite parlamentario. La Moncloa habla de un proyecto “de todo el Gobierno”. Sin embargo, los acontecimientos trascienden del mero debate sobre los límites de la colaboración público-privada en la Sanidad.
Porque Sánchez quiso mandar un mensaje a su socio, castigándole con lo que los podemitas consideran un ninguneo más. Un golpe por sorpresa cuando además PSOE y Unidas Podemos encarrilaron los cambios para derogar la ley de Seguridad Ciudadana del PP. Aviso a navegantes cuando Sánchez sopesa endurecer su relación con los morados, en el sentido de restringir sus “lucimientos gratuitos”, si siguen deslizándose por la senda de los pulsos para torcerle el brazo, en medio además de una tendencia a la baja del Gobierno en las encuestas. Queda el segundo tramo de la Legislatura y UP aspira a recoger réditos de sus acuerdos con un Pedro Sánchez que necesita dar “una de cal y otra de arena” a Yolanda Díaz de cara a las sucesivas citas con las urnas.