Los diamantes rusos no se sancionan en Europa: el lobby del diamante belga doblega a la UE
El mismo presidente Zelenski reprochó al parlamento de Bélgica su laxitud con la importación de este mineral
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Las fuentes oficiales de la Comisión Europea son pacatas cuando hablan al micrófono de COPE sobre el punzante asunto de los diamantes. Pero ponen cara de circunstancias cuando se apaga la grabadora y reconocen que es una cuestión política que nada tiene que ver con el comercio... y que no es fácil explicar ni entender la laxitud de la UE en este punto.
Desde marzo, efectivamente, está prohibido que los países miembros exporten diamantes a Rusia. Pero no hay ninguna medida similar que impida la importación de ese mismo producto de lujo. Es decir, las minas de Siberia siguen siendo fuente de riqueza potencial en el territorio de los 27. ¿Por qué? La única respuesta formal que existe es esta: “Las sanciones de la Unión Europea se deciden y se acuerdan de forma unánime por todos los estados”. Sin embargo, tan claro es para todos dónde está la china del zapato que el propio presidente Zelenskyy se lo dijo a los políticos belgas cuando les habló hace siete meses en sede parlamentaria: “La paz vale más que los diamantes”.
Y es que el 84% de los diamantes en bruto que circulan por el mundo pasan por Amberes en algún momento; y el 50% de los diamantes tallados. Si Rusia es la fuente de extracción por excelencia, el mayor proveedor de diamantes en bruto del mundo, esta ciudad belga es la capital de su distribución. Y un tercio de los diamantes de Amberes proceden del territorio de Vladimir Putin. Con mención especial para la empresa Alrosa, directamente vinculada al gobierno de Moscú, que no solo está acusada de financiar armamento nuclear sino que patrocina sin disimulo al ejército del país, hasta el punto de que un submarino de la armada rusa lleva su nombre.
Estos son los datos que explican que, antes o después, la palabra “diamonds” se acabe cayendo de los paquetes de sanciones. Y luego está la realidad tozuda, que hemos podido comprobar in situ: el sector ha sufrido un impacto tal por la invasión ilegal de Ucrania, que los comerciantes belgas ya viven en la incertidumbre y los clientes se cuidan mucho de caer en la trampa: bien por ética, bien por miedo a un bloqueo económico que impida terminar la operación, o simplemente por si las sanciones acaban llegando.
Los portavoces autorizados de la UE reconocen a COPE que las importaciones de diamantes rusos han descendido entre el 75 y el 80% con respecto a 2021, incluso estando aún permitidas. Aquí es donde los cínicos responden que “nos haría más daño a nosotros, los belgas”; mientras otras voces se alzan pidiendo acabar con ese 20% restante, dado que ante semejante pérdida económica vale la pena al menos recuperar la ética. La todopoderosa AWDC (Centro Mundial del Diamante de Amberes) asegura que se perderían automáticamente 10.000 puestos de trabajo en Bélgica. De momento, lo que se han perdido son ocho ocasiones y ocho rondas de sanciones. Nadie se atreve a vaticinar si los lobbies del diamante volverán a salirse con la suya en el próximo paquete de medidas de presión contra Rusia que ya prepara la Bruselas comunitaria.
La calle más vigilada del mundo
Mientras tanto, en la famosa calle Hoveniersstraat –corazón del Barrio de los Diamantes-- la actividad sigue siendo tan intensa como discreta. Es imposible entrar en las oficinas si no se tiene invitación expresa o se es un cliente conocido y, al mismo tiempo, los comerciantes a pie de calle continúan hablando con los turistas o compradores de clase media como si despacharan productos perfectamente legales. Quien llega a esta ciudad belga a hacer negocios, ya sabe que los coches no pueden pasar sin sortear la barrera y los numerosos puntos de seguridad. Pero el que solo busca dar un paseo entre gemas, lo tiene tan fácil como llegar a la Estación Central de trenes y caminar 50 metros. Eso sí, antes de llegar a la meca de los diamantes en bruto, recorrerá centenares de joyerías en las calles adyacentes donde se oye regatear y llamar a los viandantes tras los cristales como si fuera un zoco: “Señora, señora, aquí diamante auténtico y con descuentos”.
El anillo que en el escaparate marca 12.000 € se convierte nada más atravesar la puerta en una ganga de 9.000, sin apenas mediar conversación. Y con un rápido movimiento de calculadora Casio, la oferta definitiva: pagando en efectivo, el precio se queda en 7.200€... en menos de 10 minutos. Es un ejemplo real, que le ha ocurrido esta semana a un matrimonio de jubilados griegos ante los ojos de COPE. Pero basta merodear por otros locales similares ---se supone que solo en unas pocas manzanas hay dos mil joyerías-- para comprobar que entre ellos se miran cómplices y se copian. Saben perfectamente que el que viene con grandes sumas de dinero ni si quiera se para a mirar.
La pista definitiva la da la sinagoga: ahí sí que se puede entrar sin identificación, aunque haya coches de policía en la puerta, porque todos saben perfectamente quién es quién y para qué está ahí. No en vano, hasta la invasión de Ucrania, por delante de su puerta y de sus cámaras de seguridad pasaban 200 millones de euros al día, metidos en furgones, en sacas y en maletines.