Colapso total en Haití

Haití vuelve a ser noticia por las protestas contra el gobierno por su incapacidad de hacer frente a la violencia generada por las pandillas. La pertinencia de las manifestaciones es cuestionable, puesto que son los grupos pandilleros los que controlan el país, mientras las autoridades asisten impotentes a este caos y descontrol. En todo caso, la cobertura mediática de estos días sirve para llamar la atención sobre el país caribeño, donde, hace más de un año, la situación de crisis endémica dio un trágico giro de tuerca con la ofensiva de las pandillas para forzar la dimisión del entonces primer ministro. La población se ha hartado de las decenas de asesinatos a diario en las calles a la vista de todo el mundo. La economía se ha paralizado, y nueve de cada diez haitianos pasan hambre. Al tiempo que no cesa de alertar sobre la vulneración de derechos humanos, la ONU, de manera sorprendente, ha considerado un éxito el despliegue de la fuerza internacional liderada por Kenia, valorando que pudo llevarse a cabo a pesar de una fuerte oposición interna. Pero es evidente que no se están alcanzando los objetivos pretendidos, y que una intervención internacional decidida sería el único medio capaz de salvar al país del hundimiento total. Marco Rubio, secretario de Estado norteamericano, asegura estar dispuesto a liderar esa acción internacional. Sin embargo, su Administración ha revocado los permisos de miles de migrantes y refugiados haitianos, mientras se empeña con mucho menor celo en evitar que sigan llegando armas estadounidenses a los pandilleros de Puerto Príncipe.