J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

El problema no es sólo Qatar

La realidad sociopolítica del Golfo es un ovillo difícil de desenredar. Desde Europa no es fácil comprender el juego de Emires y Emiratos, solo aparentemente amigos. Tras el viaje de Donald Trump al Golfo Pérsico y la masiva venta de armas a Arabia Saudí, un total de siete países de la zona cerraron sus fronteras a Qatar. Hoy hemos sabido que Estados Unidos no solo nutre de armamento a los saudíes, sino también a los qataríes. Estados Unidos no ha abandonado a Qatar, el país con la base militar estadounidense más grande del Golfo. Qatar ha recibido también apoyos de Turquía e Irán. Ninguno de ellos países quiere dejar aislado a este pequeño país edificado sobre petróleo y gas.Hace diez días Qatar era presentado como mecenas del terrorismo. Esto no ha cambiado, pero Estados Unidos no quiere primar a ninguno de los países del Golfo y opta por cumplir con la función del fiel de la balanza. Las ventas de Estados Unidos a Qatar por valor de 12.000 millones de dólares suponen una inyección en tecnología punta. Qatar necesita estos negocios para plantar cara a Arabia Saudí. Y Estados Unidos, por su parte, quiere que las decisiones que se adopten en política exterior beneficien, ante todo y sobre todo, a los americanos.Mientras tanto el yihadismo campa a sus anchas en Oriente Medio y se sigue incubando la guerra entre sunníes y chiíes, con sus terribles consecuencias para miles de inocentes. La política internacional debería regirse por criterios de justicia y de verdad, aunque sólo fuera por cuestión de mera supervivencia.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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