Madrid - Publicado el - Actualizado
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La primera vuelta de las presidenciales en Austria ha provocado una profunda crisis de Gobierno. La victoria del candidato de la extrema derecha populista en la primera vuelta ha propiciado la dimisión del Primer Ministro socialdemócrata, partido que gobierna en coalición con los democristianos. Al mismo tiempo que esto sucede, Austria ha registrado violentas manifestaciones contra el muro que se quiere levantar para frenar la entrada de emigrantes. Austria es hoy una olla a presión. La crisis política es reflejo de una profunda crisis cultural y moral. Los partidos de centro-izquierda y centro-derecha han sido incapaces de conectar con una población castigada por la crisis y asustada ante la globalización y la llegada masiva de inmigrantes. En todo este maremágnum, los refugiados son solo la punta del iceberg. El populismo, con sus respuestas simples a problemas complejos, sale al encuentro de miedos y fantasmas que no han sabido combatir las fuerzas políticas y culturales. Los extremos triunfan cuando los moderados sucumben ante el materialismo económico, la tibieza moral y la falta de horizonte cultural. Europa afronta un desafío que no se resolverá con mera táctica política. Combatir al populismo en las urnas es imprescindible, pero de nada servirá sin una profunda renovación cultural y moral.