Línea Editorial COPE: La Europa futbolística

Cuando entramos de lleno en la semana previa a las elecciones al Parlamento Europeo, una parte de nuestro particular universo futbolístico lo hace celebrando la decimoquinta Copa de Europa del Real Madrid. Más allá de forofismos que imposibilitan un análisis sosegado, es de justicia reconocer, con todo el mérito que tiene, la nueva gesta de los madridistas, que son una auténtica leyenda en esta competición. El Madrid de Ancelotti, Carvajal, Nacho o Vinicius forma parte ya de esa gran historia.

Se le adjudica a Goethe aquello de que “Europa se hizo peregrinando”. A mucha distancia de la profundidad de esa verdad, hemos de reconocer que, muy especialmente desde el año 1956 en que comenzara la competición de campeones, la Europa que conocemos, se ha construido también, aunque sea en pequeña medida, jugando al fútbol. En aquellos años, con una Europa atravesada por la desolación de dos guerras mundiales, el fútbol se fue erigiendo poco a poco en una suerte de olimpiada continental, en la que las disputas pudieran dirimirse en un deportivo terreno de juego y la unión prevaleciera por encima de las legítimas diferencias.

En un campo de necesarias rivalidades, el fútbol, cuando es bien entendido, nos muestra grandes valores y virtudes. Y nos pone a prueba, además, para ser capaces de entender que hay muchos puntos en común por encima de las diferencias, que la alegría del que gana ha de mostrarse sin humillación alguna al que ha perdido, y que, por difícil y contracultural que parezca, es todo un gesto de noble caballerosidad, cuando tú no ganas, alegrarse por el otro, que es rival y no enemigo.