El Papa Francisco ha aceptado la invitación del Patriarca de Constantinopla de viajar en 2025 a Nicea. Bartolomé es cabeza de la Iglesia que ostenta la primacía honorífica en la Ortodoxia, y un decidido defensor del diálogo para restaurar la unidad de los cristianos.

El Papa y él han hecho ya dos viajes juntos, a Lesbos y a Jerusalén, y han protagonizado significativos episodios, en particular el encuentro en el Vaticano de 2017 con los presidentes de Israel y Palestina. Con el listón de las relaciones en máximos históricos, cuesta quizá calibrar la importancia de este viaje en un año en el que la Iglesia católica celebrará un Año Jubilar y los cristianos de todas las confesiones conmemorarán el 1.700 aniversario del Concilio ecuménico de Nicea.

De ahí surgió el Credo de Nicea, que condensó los fundamentos de la fe cristiana en una formulación reconocida aún hoy tanto por católicos como por las principales Iglesias ortodoxas y evangélicas.

Se da además la circunstancia de que aquel Concilio logró entonces unificar la fecha de la Pascua, objetivo que volvió a poner sobre la mesa el Vaticano II. Providencia o casualidad, en 2025 las fechas de los calendarios gregoriano y juliano coinciden, por lo que habrá una Semana Santa común en la que todos los cristianos conmemorarán la oración de Jesús en el Cenáculo pidiendo “que todos sean uno”. Y rezarán, cada uno en sus lugares de culto, un mismo Credo de Nicea que reconoce una sola Iglesia, “santa, católica y apostólica”. Palabras que durante siglos sonaron a utopía, pero que hoy el avance del diálogo ecuménico permite quizás atisbar.