Madrid - Publicado el - Actualizado
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La reunión celebrada ayer en Versalles entre los máximos líderes políticos de Francia, Alemania, España e Italia, sirvió para escenificar la solución de la Europa a dos velocidades. Solución que apoyan con claridad Merkel y Hollande. El Libro Blanco sobre el futuro de la Unión dado a conocer la semana pasada en Bruselas es muy realista. Hace autocrítica de las respuestas dadas durante la crisis y plantea los posibles escenarios de futuro. Al leerlo se hace evidente que el objetivo de una Europa federada, el gran sueño de los padres fundadores, no es posible en este momento. Hay que reconocerlo con dolor. Las sucesivas ampliaciones de la Unión, sin duda necesarias, han provocado que algunos socios, especialmente los de los países del Este, hagan muy difícil una sensibilidad común. Entre los países del sur, exceptuando a Grecia por los errores cometidos con los sucesivos rescates, hay un sereno reconocimiento de lo mucho que aporta la Unión. No sucede lo mismo entre los países del Este, que son quizás los más beneficiados. La construcción de Europa siempre ha seguido una regla: avanzar en lo posible. Y las dos velocidades, que en otro tiempo se vieron como una amenaza, quizás ahora pueden ser la única solución para seguir adelante. La Unión no se puede detener. Nuestra irrelevancia geoestratégica aumenta y nuestra incapacidad para llegar a acuerdos relevantes es notoria. Si no avanzamos para conseguir más Europa, nuestra forma de vida, sin duda una de las mejores del mundo, estará amenazada.