Sánchez como salvador de nuestra democracia
Pedro Sánchez ha subido a la Tribuna del Congreso para dibujar un monstruo, frente al cual se justificarían todos sus desmanes jurídicos y políticos
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Pedro Sánchez ha subido a la Tribuna del Congreso para dibujar un monstruo, frente al cual se justificarían todos sus desmanes jurídicos y políticos. Lo ha hecho sin el mínimo sonrojo y haciendo gala de su notable habilidad para desquiciar el lenguaje. Sánchez ha convertido la primera parte de su discurso de investidura en un reproche moral, de tono y contenido inquisitorial y excluyente, contra las fuerzas políticas que en el ejercicio del pluralismo de las ideas defienden proyectos de sociedad que no se suman a su proyecto personal.
Conscientemente, quien será presidente del Gobierno en los próximos cuatro años, ha acudido a la peligrosa dinámica entre amigos y enemigos de la libertad. El PP, Vox y UPN, y los ciudadanos que les votan, son, según él, enemigos de la libertad, de la justicia y de la democracia. Y él, Pedro Sánchez, se erige cínicamente en garante y salvador de esos principios y valores para salvar a España de reaccionarios, broncos y antisociales. Pedro Sánchez se presenta a sí mismo como un político inocente, a quien nada puede ni debe reprocharse, a pesar de haber puesto el Estado de Derecho a los pies de los caballos, como han denunciado los jueces estos días.
Desenmascarar a Sánchez es posible. Si él ha optado por crear grietas, segmentar a la sociedad española entre buenos y malos, y levantar muros, el primer partido de la oposición, el PP, tiene la obligación moral y política de cerrar las grietas, buscar la concordia social y el acuerdo de las voluntades para derribar esos muros. Lo que está en juego va mucho más allá de la formación de un gobierno.