Un nuevo cine en Madrid tras un centenar de cierres en medio siglo
En marzo se estrenan los nuevos cines Embajadores mientras el histórico Real Cinema se convertirá en hotel de lujo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Puede ser el mundo al revés o un caso de justicia poética. Donde antes había cajeros, préstamos hipotecarios y planes de pensiones ahora florecen butacas resplandecientes y películas en versión original subtitulada. En estos tiempos en que se ve más películas que nunca, pero menos que nunca en los cines, nacen tres salas en el corazón del distrito de Arganzuela. Abren en marzo los nuevos cines Embajadores en la glorieta de Santa María de la Cabeza donde antes había un banco, entre las calles Ferrocarril y Embajadores.
Los vecinos de la zona los reciben con alegría y casi incredulidad. Nuria nos dice que “le parece muy bien que la cultura llegue a barrios más allá del centro de la ciudad”. Nuria duda de que este proyecto “pueda salir adelante ahora con tantas plataformas y posibilidades de ver cine en los dispositivos de casa”. Está encantada con que las películas que se exhiban aquí sean en versión original subtitulada. Un factor que disuade en buena medida a Ángel, un vecino cinéfilo del barrio de toda la vida. “No me gustan las películas en versión original. No me da tiempo a leer los subtítulos”.
El responsable de este espejismo cinéfilo es Miguel Ángel Pérez, distribuidor de películas independientes. Las cintas que se proyecten en estas nuevas salas serán únicamente en versión original pero abiertas a todo tipo de propuestas, desde cine español a los grandes títulos que han deslumbrado en festivales internacionales como Cannes, Venecia o San Sebastián.
También habrá hueco para los documentales o incluso ópera en streaming, una opción con más adeptos cada día. Los cines Embajadores contarán con una sala principal con 100 butacas y dos más pequeñas, de 50 asientos cada una. El nacimiento de estos cines es un giro de guión a una realidad deprimente para todos aquellos (y somos muchos y muchas) que hemos crecido en la fila de los mancos, como diría nuestro querido y admirado Joaquín Sabina (ánimo maestro) y que hemos besado labios de papel en la penumbra cinéfila al mejor estilo Aute.
En el último medio siglo, solo quedan abiertas una docena de salas de aquella época dorada. Los cines Ideal, con cien años cumplidos, son los más antiguos que aún siguen en la brecha en la capital. La medalla de plata se la lleva el legendario Palacio de las Pipas, el cine Doré (1923), convertido desde hace años en sede de la Filmoteca Española y el Callao (1926). Este último es de los pocos que enarbolan la bandera del séptimo arte en el corazón de la Gran Vía, la que fuera la gran arteria del celuloide donde llegaron a coincidir hasta quince cines, de los que solo quedan tres en pie. Nombres legendarios que ya son fantasmas del pasado como Florida, España, Salaberry, Niza, Liceo o Hollywood.
En el desaparecido cine Lavapiés, en la calle Mesón de Paredes, vi la primera película de la que tengo recuerdo “Las cuatro plumas” y en el Fátima carabanchelero y popular pude ver la gran obra maestra de Kubrick “2001, una odisea del espacio”, basada en el relato de ciencia-ficción de Arthur C. Clarke. En los años ochenta la proliferación de videoclubes hizo que solo en una década el número de cines se redujera a la mitad (de 140 a 70). A finales de los ochenta y principios de los noventa la panacea se llamaba multisalas. Este concepto de salas pequeñas y cómodas, con pantallas poco más grandes que las de casa, salvó los muebles. El primer centro comercial en la capital en acoger varias salas en un centro comercial fue Madrid 2 La Vaguada, inaugurada en 1983.
Cines míticos como el Ideal o el Real Cinema también dividieron sus gigantescas salas en varios espacios. El Ideal sigue abierto. Otra cosa muy distinta es el Real Cinema, cerrado desde 2009, y que se puede convertir, si la Fuerza no lo impide, en un hotel de mucho lujo. Aquí se estrenó en 1977 “La guerra de las galaxias” cuando aún no se llamaba “Una nueva esperanza”. Tiempo antes, el 15 de mayo de 1920, Alfonso XIII inauguraba por todo lo alto el cine más grande de Madrid con 2500 butacas y 54 palcos, varios de ellos destinados a la familia real. Como cuenta David Miguel Sánchez en su magnífico libro “Cines de Madrid” (Ediciones La Librería), Teo Anasagasti diseñó el mejor cine de Europa hace más de un siglo en estilo modernista y rococó. La sala parecía “un ascua de oro” en el lenguaje de los cronistas de la época. Eso sí desde el principio el bar ya daba más réditos económicos que el propio cine.
En la Segunda República, el cine con más glamour de los madriles cambió de nombre por el de Cinematógrafo de la Ópera. Una bomba incendiaria impactó de lleno contra el edificio causando graves daños. Tras múltiples peripecias, el Real Cinema recuperó su nombre y se apuntó a la moda del cinemascope con un pantallón de 200 metros cuadrados. Corrían ya los años sesenta. En 1992, se dividió en cuatro salas que terminaron echando el cierre en 2009. La marquesina se convirtió poco después en refugio de personas sin hogar. Para este domingo, la asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio ha convocado una concentración contra el acoso y derribo de este emblemático templo del cine en nuestra ciudad.
Y lo ha hecho con un guiño al universo Star Wars en plan Yoda: “El reverso tenebroso hacer un truño quiere pero maestros jedis deber de manifestar tienen”. No en vano aquí se estrenó la primera entrega galáctica. Fuentes de la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid aseguran que este edificio ha sido sometido a muchas reformas por lo que ya nada queda de los elementos originales y no deben ser conservados ni protegidos. El inmueble cuenta con licencia para ser demolido antes de final de año y dar paso a un hotel cinco estrellas de una cadena que compró el edificio por 25 millones de euros. Siempre y cuando no prospere alguna iniciativa ciudadana para poner pie en pared al cine donde algunos soñamos con el Halcón Milenario en la fila 2 del Real Cinema.