El Rastro continúa cerrado, la primera vez en su historia que echa el cierre

Ni siquiera dejó de montarse durante la Guerra Civil. El Ayuntamiento les ha perdonado la tasa de ocupación a los comerciantes mientras dure la crisis

El Rastro continúa cerrado, la primera vez en su historia que echa el cierre

Gloria López Navas

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Acabamos de pasar el sexto fin de semana de confinamiento y, con él, el sexto domingo que no se celebra una tradición muy madrileña: el Rastro. Es la primera vez en su historia que no se organiza. Ni siquiera la Guerra Civil pudo con él. Sus comerciantes siempre han estado al pie del cañón hasta que el Covid 19 se ha cruzado en su camino. 

Lucio Gonzalo, más conocido por todos como Fini, es el presidente de la Asociación “El Rastro Punto Es” y lleva montando su puesto desde el año 1986. Vende de todo un poco, sobre todo, textil, inciensos y mates, en honor a su país de origen, Argentina. Durante todo este tiempo ha sido testigo de cómo el Rastro se ha ido transformando y cómo ha ido capeando varias crisis que, según nos cuenta a Herrera en Cope en Madrid, han acabado con la mayoría de artesanos que trabajaban cuando él empezó. 

Sin embargo, nunca había vivido una parálisis como ésta. Un cese de actividad que afecta a unos 1.500 puestos: “Estas medidas, que son entendibles por la situación actual, nos afectan de manera importante en la economía particular de cada uno, ya que dependemos de la venta cotidiana que hacemos los domingos y festivos”, nos cuenta. El Ayuntamiento les ha perdonado la tasa de ocupación mientras no exista actividad pero es la única ayuda de la que tienen conocimiento. “De momento, no sabemos nada de medidas extra, salvo la suspensión de la tasa de ocupación”, confiesa. 

Lo que Fini tiene muy claro es que todo va a cambiar en este mercadillo: “El Rastro ya no será como antes. Después de todo esto, todos los sectores van a tener que modificar su comportamiento frente a la gente, así que veremos qué pasa después. Ésa es una gran preocupación que tenemos”. 

Y es que no hay que olvidar que el Rastro es uno de los atractivos turísticos más demandado de Madrid, que seduce por igual a madrileños y visitantes. Se calcula que la concentración de público puede llegar a más de 100.000 personas cada domingo por la mañana.

Su origen se remonta a 1.740 y, por tanto, forma parte de la historia personal de muchos madrileños. Por ejemplo de Rosi donde, según nos confiesa, ha comido las mejores berenjenas de Almagro y las mejores manzanas caramelizadas de su vida, “era muy típico para los críos pequeños cuando íbamos al Rastro”. O de Maribel, que recuerda con nostalgia los domingos que pasaba allí con su padre. “No hay ningún madrileño, de adopción o de cuna, que no conozca el Rastro”, mantiene. 

El Rastro debe su nombre al oficio que se realizaba en la zona donde comenzó como mercadillo semiclandestino de objetos usados, la calle Ribera de Curtidores. Allí había un matadero donde se curtían las pieles de los animales sacrificados que, cuando eran arrastrados, dejaban a su paso un rastro de sangre. 

Es una zona del barrio de Lavapiés que siempre ha estado rodeada de comercio y actividad, incluso entre semana, pero que ahora se ha sumido, como el resto de la ciudad de Madrid, en un profundo silencio. Algo de lo que se lamentan las vecinas de la zona. Lourdes reconoce que los domingos “se han quedado muy tristes sin nuestro Rastro, los echo bastante en falta. Paseas y miras esos puestos donde puedes encontrar cosas increíbles”. 

Felicia, por su parte, imagina que “ahora estará solitario, triste y silencioso”. Pero no pierde la esperanza y confía en que “pronto, aunque no sabemos cuándo, volverá el momento en que podamos regresar”. Eso sí, es muy consciente de que, desgraciadamente, “hay muchas personas que ya no volverán a ir”. 

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