7 de cada 10 españoles no leen las etiquetas de los alimentos
Consideran que no son claras y las familias alegan falta de tiempo

¿Qué dicen las etiquetas de los alimentos? Lo explica Carmen Labayen, jefa de Sociedad de COPE, en 'Mediodía COPE'
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Si te interesa tu salud, te interesan las etiquetas de los alimentos, pero 7 de cada 10 consumidores ni siquiera las leen de forma habitual. Entre quienes dedican menos tiempo a comprobar la información nutricional están, según un estudio de la Fundación Española de Nutrición, los padres y madres. 8 de cada 10 consumidores consideran que la información no es clara y la letra demasiado pequeña.
"El etiquetado debe ser una herramienta para hacer una buena elección alimentaria, pero si la población no la lee está claro que no está sirviendo para este objetivo. Debemos por ello buscar nuevas formas de trasladar esa información nutricional relevante y reforzar la educación nutricional de la población desde la infancia", explica a COPE la presidenta de la Federación Española de Nutrición,Rosaura Leis.
Productos light, altos en proteínas o ricos en fibra no son siempre saludables y la única forma que tenemos de comprobarlo es mirando detenidamente la etiqueta situada en la parte trasera del producto, que recoge toda la información importante, en lugar de dejarnos llevar por el frontal que es la que con el diseño y los reclamos comerciales apela a nuestra parte más emocional como consumidores.
"Confiamos a ciegas en el frontal y lo que consideramos como saludable o como la mejor opción casi nunca se ajusta a la realidad. Es en la parte trasera del producto y, concretamente, en la letra pequeña de la etiqueta donde realmente está la verdad. Si nos fiamos únicamente del marketing, estamos perdiendo la partida", señala Luis Cañada, responsable de estudios nutricionales de FITstore.es, empresa especializada en la venta online de productos saludables.
¿En qué debemos fijarnos en las etiquetas?
Los colores llamativos, palabras como "natural" o "sin" o fotografías de ingredientes frescos no son la información en la que debemos basar lo que compramos.
Si lo que nos interesa es nuestra salud, debemos sustituir el impulso por la lógica nutricional y examinar con detalle estos aspectos del etiquetado:
-El listado de ingredientes: van de más a menos en porcentaje y las diferencias entre productos pueden ser muy drásticas. Actualmente se venden en el mercado caldos que contienen un porcentaje de pollo de más del 30 por ciento y sin aromas y otros con un 2 por ciento de este ingrediente y muchos saborizantes. No importa lo que diga el envase: si los primeros ingredientes son azúcares, harinas refinadas o grasas hidrogenadas, ese producto está lejos de ser saludable.
-La fecha de caducidad y de consumo preferente, es la información más consultada por los consumidores. El 67 por ciento lo tiene en cuenta a la hora de comprar.
-Los alérgenos, un dato especialmente sensible para personas con alergias e intolerancias alimentarias.

Etiqueta de los alimentos
-El azúcar, fundamentalmente el azúcar simple. Hablamos de la glucosa, la fructosa y la galactosa. Pueden camuflarse bajo múltiples nombres como jarabe de glucosa-fructosa, concentrado de frutas, dextrosa y por ello es esencial aprender a reconocerlos. A diferencia de los complejos que contienen vitaminas, minerales y fibras, estos azúcares se asocian con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, obesidad y diabetes de tipo 2.
-Las grasas, especialmente, la grasa saturada y la grasa trans porque son las más nocivas para nuestra salud al obstruir las arterias, aumentar nuestro colesterol malo y reducir el bueno.
-La sal, un consumo excesivo en la dieta diaria aumenta el riesgo de sufrir hipertensión arterial y problemas de corazón y de insuficiencia renal. También se vincula a una mayor prevalencia de cáncer de estómago, osteoporosis y obesidad.
En busca de una dieta equilibrada y adecuada para cada necesidad
Para lograr que nuestra alimentación sea suficiente en cantidad, variada en nutrientes, adecuada para nuestro estilo de vida y equilibrada hay 3 consejos que debemos de seguir cuando vamos al supermercado:
-No todo es 100 gramos: calcula el tamaño real de la ración. Muchos consumidores comparan productos utilizando los valores por 100 gramos o por 100 mililitros cuando lo relevante es la cantidad que realmente se consume: “es mucho más útil entender qué cantidad vamos a elegir por porción y como encaja en nuestra alimentación diaria. Comparar solo por 100 gramos puede inducir a error y a evitar alimentos por una cifra descontextualizada”, señala Cañada.
-No te obsesiones con las calorías. Que un alimento sea bajo en calorías no es sinónimo de saludable ya que puede carecer de nutrientes esenciales o tener ingredientes de mala calidad.
-Cuidado con los productos enriquecidos. La moda del “High Protein” ha hecho que incluso las marcas blancas se sumen al carro. No todo lo que lleva más proteínas es mejor: “muchos de estos productos inflan los valores con aminoácidos añadidos de baja calidad. Sin un buen estilo de vida y ejercicio las propiedades de la proteína estarán además lejos de nuestras expectativas”, explica Cañada.
-Los productos light, una trampa semántica. Un producto light no necesariamente es bajo en calorías. La reducción puede referirse a cualquier componente: sal, grasa o azúcar, no al total energético. Dan la sensación de poderse consumir en mayor cantidad sin consecuencias y en contextos de dieta es lo que solemos hacer también erróneamente: “un producto bajo en grasa puede aportarte mucho azúcar que también se transforma en grasa y la única forma de saberlo es leer la etiqueta” subraya Leis.
Las familias con hijos las que menos propensas a leer las etiquetas
Las mujeres con alto poder adquisitivo y alto nivel formativo son las que más leen las etiquetas y los jóvenes, los estudiantes y los mayores con menos recursos, los que menos. Por grupos y, según refleja el I Estudio sobre el Uso y la Interpretación del Etiquetado de Alimentos de la Fundación Española de Nutrición, son las familias con hijos las que menos consultan esa información nutricional y lo que alegan es principal falta de tiempo. Leen menos frecuentemente las etiquetas que por ejemplo las parejas sin hijos o quienes viven solas.
"Es algo preocupante que los padres y madres no miren habitualmente las etiquetas porque tiene impacto tanto en su salud como en la de sus hijos. Tener en cuenta la información nutricional es clave para la salud pediátrica. También desde la escuela se deben promover estilos de vida saludables e incluir el equilibrio nutricional. Esto redunda muchas veces en que, gracias a esa educación, los niños se conviertan en agentes de cambio en sus hogares", concluye Leis.
Entre quienes leen las etiquetas y, según este informe, lo que más consultan es la fecha de caducidad o de consumo preferente, los ingredientes y la información nutricional. Solo un 6,6 por ciento asegura que comprende claramente las etiquetas. Más de la mitad de los encuestados considera que hay términos técnicos difíciles de comprender y el 80 por ciento que en general la información no es clara.
Algunos datos más para ayudarnos a elegir
En nuestro día a día los hidratos deben aportar en torno al 55 por ciento de las calorías que ingerimos, las grasas no deben superar el 30 por ciento del aporte calórico y debemos asegurarnos también de incluir un 15 por ciento de proteínas en nuestra dieta. Es un indicador válido para adultos y que debe ajustarse para niños y adolescentes.
"Lo que cuenta es el conjunto de lo que consumimos. Nuestra alimentación debe ser suficiente, variada, nutritiva, equilibrada y adecuada a nuestro estilo de vida, por lo que debemos personalizarla y para ello es también importante leer las etiquetas", afirma Leis.
Aunque conviene limitar su consumo, al día podemos consumir 22 gramos de grasas saturadas, lo que equivale al 10 por ciento de las calorías diarias o que el consumo de grasas trans, las más nocivas, debe estar por debajo del 1 por ciento, no más de 2 gramos diarios. Para la sal debemos limitarla en adultos a 5 gramos al día, poco más de una cucharadita. En cuanto a los azúcares, mejor elegir los complejos que incluyen fibra, vitaminas y minerales y no sobrepasar los 25 gramos al día.