Los fantasmas de Franco tras la hecatombe de la bomba nuclear de Hiroshima
Después de las catástrofes nucleares en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, surgieron los miedos de Franco hacia este tipo de energía
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
José María Otero de Navascués fue quien elaboró el proyecto para establecer las centrales nucleares en España, quien además en 1948 solicitó que se comenzara a investigar sobre la energía nuclear. Francisco Franco aceptó poner en marcha su plan.
Fue en el año 1957, casi ocho años después de la catástrofe nuclear en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, cuando el ministro de Industria franquista, Joaquín Planell, afirmó con contundencia que “el Gobierno español acometerá sin vacilaciones el establecimiento de centrales atómicas” con el único objetivo de “obtener electricidad aprovechando el calor desarrollado en los reactores”, algo que para él era “una consecuencia lógica”.
Un desastre, el de la bomba nuclear de Hiroshima —el primero de la historia—, que nos lleva a preguntarnos si Francisco Franco y todo su Gobierno hubieran cambiado de opinión con respecto al desarrollo nuclear.
El desastre de Hiroshima
La explosión de la bomba atómica de Hiroshima se registró poco después de las ocho de la mañana el seis de agosto del año 1945. Fue a 600 metros de altura y la ola de calor fue capaz de destrozarlo todo. En un diámetro de doce kilómetros, no quedó nada. La vida desapareció. Los supervivientes de los alrededores, si consiguieron sobrevivir a las secuelas de la radiación, han tenido graves problemas a largo plazo que no han desaparecido con el paso de los años.
'Little Boy' fue el nombre con el que fue bautizada la bomba atómica. Era una bomba de uranio-235 o uranio enriquecido de casi 4,500 kilos de peso. Tenía una longitud total de tres metros, 75 centímetros de diámetro y contenía casi 1.600 toneladas de dinamita. El 'Little Boy' acabó con la vida de 80.000 personas en el acto. A finales de año, la bomba había conseguido matar a más de 166.000 personas. Muchas de ellas por los daños sufridos por el impacto, otras por la radiación.
La bomba de Hiroshima -al igual que que la que tendría lugar tres días después en Nagasaki- fue detonada en el aire, a cientos de metros de la superficie terrestre. Esto hizo que los efectos radiactivos fueran incluso aún más letales, ya que se dispersaron en por el afecto de la nube creada en el aire a causa de la explosión. Inmediatamente, una columna de más de seis kilómetros de altura se elevó desde la zona cero en lo que se convirtieron las ruinas de la ciudad de Hiroshima.
Los fantasmas de Franco
La opinión pública tenía los nervios a flor de piel, ya que la energía nuclear estaba muy estrechamente asociada a las bombas atómicas que EEUU ordenó lanzar sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki en el año 1945.
Lo cierto es que, muy probablemente, los planes del Gobierno de Francisco Franco hubieran seguido según lo previsto, ya que después de las dos bombas nucleares en las ciudades japonesas, tuvieron lugar varios accidentes nucleares en varias ciudades del mundo.
Sin embargo, era evidente el miedo y la reticencia que existía hacia este tipo de energía. El propio Franco creó en el año 1948 una Comisión de Estudios para comenzar a construir centrales nucleares en España. Asimismo, en 1951 creó la Junta de Energía Nuclear (JEN) para investigar y asesorar al Gobierno en todo lo relacionado con este asunto, y en febrero de 1957, tres meses antes del anuncio de Planell, también creó la Dirección General de Energía Nuclear, cuyo objetivo era el de estudiar la seguridad de este tipo de energía, así como la toma de decisiones para establecer los reactores más convenientes para el país.
La primera central nuclear española sería la de Zorita, en Guadalajara. La siguieron nueve más, de las cuales actualmente solo están en funcionamiento siete: la de Garoña, Almaraz I, Ascó I, Almaraz II, Cofrentes, Ascó II, Valdellós y Trillo.
España tardó veinte años desde que Navascués presentó su propuesta para poner en marcha las centrales nucleares en España hasta que finalmente fue inaugurada la de Zorita. El recuerdo de la destrucción de Hiroshima y Nagasaki aún estaba muy presente entre la población, algo de lo que también era muy consciente Francisco Franco.