El Papa que cambió una tradición centenaria dentro de la Iglesia y obligó a sus sucesores a cambiarse el nombre: la razón por la que lo hizo
En pleno siglo VI, un pontífice decidió cambiarse el nombre por una razón por todos inesperada y, a partir de ese momento, la tradición eclesiástica cambió

El Papa
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'Quo nomine vis vocari?' Esa pregunta, que seguro que has escuchado en alguna que otra ocasión, y que la escucharemos en los próximos días. Esa pregunta que hace el cardenal decano del Colegio Cardenalicio al nuevo papa nada más acabar el cónclave.
Una pregunta que, tradicionalmente, se hace en latín y qué significa “con qué nombre deseas ser llamado”. Y es que, cuando un cardenal sale del reciente cónclave erigido en Papa, debe, como marca la tradición, cambiarse el nombre.
Pero, ¿por qué esto es así? ¿De dónde viene esta costumbre? Pues, si rebuscamos en los libros y en los textos, se puede remontar a los propios tiempos de Jesús. Son muchos los que dicen que, la tradición de cambiar el nombre al Papa, vienen de las propias palabras de Jesucristo.
Y es que él, a sus discípulos, les daba un nombre diferente al que tenían de bautismo, porque eso significaba encomendarles una misión nueva, darles una nueva identidad para con Dios. Quizá, el cambio más famoso, sin duda, sea el del primer Papa: Pedro.
El apóstol que fue el primer líder espiritual de la Iglesia, Pedro, realmente se llamaba Simón. Con esas famosas palabras “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, Jesús dotó a su apóstol de una misión inigualable.
Sin embargo, aunque podría parecer que la tradición de cambiar el nombre de los papas llega de un rito bíblico, esa no es la realidad. Y es que fue un papa en concreto el que impuso esta costumbre que, hasta el día de hoy, no se ha roto.
El Papa que cambió una tradición centenaria
Era el año 533 cuando esta nueva costumbre de adoptar un nuevo nombre cuando se elige un nuevo Papa comenzó. Hasta entonces, durante siglos, los líderes espirituales de la Iglesia Católica habían mantenido su nombre de bautismo.
Lo normal, hasta ese año, era que, cada Papa, adoptase su nombre de pila cuando se erigía como pontífice. Sin embargo, eso cambió cuando eligieron en el cónclave al que pasaría a llamarse Juan II.
Juan II fue uno de los múltiples papas italianos que ha tenido la Iglesia. Originario de Roma, se puso al frente del Vaticano en el año 533, y su pontificado fue bastante breve, llegando solo hasta 535. Sin embargo, fue muy próspero y con él, cambió una tradición centenaria instaurando una, ahora, milenaria.
Él decidió cambiarse el nombre y adoptar el de Juan en homenaje a Juan I, quien había ostentado el cargo apenas diez años antes. Juan II sentía una gran admiración por su predecesor, ya que había sido enviado de misión a Constantinopla y, a su regreso, fue encarcelado y muerto martirizado.

Imagen de Juan II
Sin embargo, Juan II no tenía la obligación de cambiarse de nombre, ya que ninguno hasta entonces lo había hecho de esa manera. Aun con todas, decidió renunciar a su nombre de bautismo y cambiarlo por el de Juan II, sin saber que, con esa elección, acabaría cambiando la tradición eclesiástica obligando, sin querer, al resto de pontífices a cambiarlo.
La razón por la que se cambió el nombre
Juan II no nació, como es evidente, bajo el nombre de Juan, y encargado de llevar el peso de la Iglesia de una fe mayoritaria, decidió adoptar un nuevo nombre.
Y es que él, cuando nació, fue bautizado bajo el nombre de Mercurio. De sobra sabes que se trata de un apelativo que proviene de la mitología romana, en la que él era el dios del comercio y de los viajeros.
Y aunque puede ser un nombre singular y con cierta atracción, al que fue Juan II le parecía una afrenta utilizarlo como nombre de pontífice, ya que estaba dedicado a una deidad pagana.
Por tanto, le pareció de honor cambiarse el nombre a uno cristiano como cabeza de la Iglesia. Sin saberlo, había instaurado una nueva tradición, en la que los papas, a partir de ese momento, cambiasen su nombre por otro (cristiano, por supuesto), que tuviera significado para ellos y les confiriese simbolismo.

Imagen de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II
Sin embargo, esta tradición tardó un poco en extenderse hasta llegar al día de hoy, y muchos de sus sucesores siguieron utilizando su nombre bautismal. No sería hasta el siglo X cuando los papas, tomando como ejemplo a Juan II, comenzarían a cambiar sus nombres.
Juan XII, nacido como Octaviano, homenajeó a Juan II y a su ruptura de molde en el siglo X, siendo el siguiente en adoptar una tradición que ha quedado instaurada a día de hoy. Su sacrificio y su forma de ver la fe, propiciaron que los papas, a partir de ese momento, eligieran nombres con carga simbólica que les guiaría a ser el mejor modelo para la Iglesia.