Un angustiado propietario nos enseña su casa después de "nueve meses con okupas"

Héctor ha tapiado las ventanas de su casa e incluso la puerta de entrada. Este propietario nos cuenta cómo ha sido vivir nueve meses con okupas

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Virginia Areños

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Héctor Arderius no quiere "volver a la casa". Ni siquiera él, que se dedica al sector inmobiliario, ha podido escapar de ellos. 

Todo empezó el día en que le compró un piso a un banco. Sabía que llevaba tres meses ocupado pero "es parte del negocio inmobiliario. El precio que te pone el banco no es abusivo, es muy bajo porque las casas están ocupadas". 

Desde ese momento y durante nueve meses, la vida de este propietario madrileño se ha centrado en echar a los okupas de su casa. Por contra, la vida de los okupas se ha centrado en impedir que el propietario consiguiera su objetivo.

El procedimiento judicial terminó hace una semana con el deshaucio. Con eso no acabó todo: "Se fueron voluntariamente pero en lugar de llevarse los muebles los dejaron en la escalera y en el portal con la excusa de que el de la furgoneta llegaba un par de horas más tarde". La intención era clara: "querían volver a entrar".

Como el gato y el ratón

Héctor asegura que los okupas que se metieron en su casa se las saben todas y además "tienen a varios familares viviendo en el bloque. Para ellos era muy fácil esconderse cuando llegaba la policía".

El desahucio ya estaba pero a Héctor le esperaban dos días, concretamente el sábado 29 de septiembre y el lunes 1 de octubre, de estar como el perro y el gato: "Nosotros", cuenta Arderius, "dejamos una alarma instalada y un cerrojo de seguridad puesto. A  las dos horas nos llamaron los de la empresa de seguridad para decirnos que había habido un asalto. En las imágenes se veía que alguien salió pitando en cuanto saltó la alarma".

Habían entrado un minuto pero ya era tiempo más que suficiente para que Héctor no se sintiera tranquilo por eso "reforzamos con maderos y travesaños las ventanas que dan al patio. Realmente nos fuimos pensando que estábamos protegidos pero esa misma noche volvieron". Un segundo intento en el que "ya sabían donde estaba la alarma, les dio tiempo a romperla, a desmontar la cerradura y a salir".

Héctor conoce perfectamente cómo ha sido su modus operandi: "Controlan los tiempos de policía perfectamente  y además, sus familiares viven en el bloque. Les bastaba con que una persona mirara por el balcón. Ese es quien se encarga de dar la voz cuando llega la policía. Así que los otros lo único que tenían que hacer era cruzar el rellano para esconderse".

Y vuelta a empezar: "Llamamos de urgencia para que se volviera a instalar alarma y esa vez tapiamos parte de las ventanas con ladrillos. Al día siguiente, las tapiamos enteras y también el balcón que da a la calle. Es más pusimos una primera fila de ladrillos tapiando la puerta de entrada"

Esa vez también, como nos cuenta Arderius, volvieron a irse "convencidos de que desistirían" pero "los vecinos nos llamaron para decirnos que estaban picando el muro". No quedaba más remedio que "volver de nuevo y pusimos una segunda fila de ladrillos, más duro y con cemento. A las dos horas de marcharme me volvieron a llamar para decirme que lo estaban desmontando. No estaban picando. ¡Iban a arrancar ladrillo a ladrillo!

Y vuelta a empezaruna segunda fila de ladrillo y cemento para tapiar la puerta de entrada y así...

Los vecinos llevan años amedrentados: "les han roto el portero automático y los buzones diciéndoles así 'ojito con lo que hacéis' porque ellos creen que son los vecinos los que asian a la policía"

Este viernes ya no había muebles en el rellano del piso de Héctor en Villaverde pero "no me relajo. Tengo que proteger mi casa. Ya lo dice la policía: ellos no se pueden quedar y tú tienes que hacer lo posible porque no se instalen"

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