Deportaciones frente a nuevas llegadas al sur de Europa: el drama de la inmigración
Cientos de personas han sido deportadas desde las ciudades fronterizas con Ceuta hasta el sur de Marruecos
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"Me han detenido, esposado, golpeado y trasladado en autocar hasta Tiznit (al sur de Marruecos)", relata a COPE un ciudadano de Nigeria, asentado en Tánger desde hace más de cinco años, solicitante de residencia en Marruecos y actor asociativo en Tánger. Como él, cientos de personas han sido deportadas desde las ciudades fronterizas con Ceuta hasta el sur de Marruecos, coincidiendo con las reuniones bilaterales mantenidas recientemente entre diferentes líderes europeos sobre la cuestión migratoria y en las que se han decidido aportar más recursos económicos al país magrebí para el control de los flujos migratorios en la frontera sur de Europa. ¿Se trata de una solución real?. No. A ojos de los expertos, alejar a los migrantes a más de mil kilómetros de la frontera norte de Marruecos se trata de una «visión cortoplacista» que no responde a un problema «estructural» y «global».
Lo que trasciende es el cómo frenar las llegadas de embarcaciones en lugar de cómo gestionar las llegadas de migrantes, en constante movilidad dentro y fuera del continente africano. Marruecos no sólo es país de tránsito, también de acogida y, por ello, el Estado impulsó una inédita estrategia migratoria de «regularización» de sus propios migrantes al mismo tiempo que sigue ejerciendo el rol de Gendarme sirviendo a los intereses de Europa para el control fronterizo, aunque éste implique en ocasiones violaciones de los derechos humanos. «Entraron en las viviendas, abatieron las puertas. Registraron las casas y arrestaron masivamente a hombres, mujeres, embarazadas con y sin papeles» relata el joven nigeriano, que prefiere guardar el anonimato. Él se encontraba comprando el pan en la Medina de Tánger cuando la policía marroquí le echó el guante súbitamente, mientras le esperaba su pareja en casa, con lo puesto fue introducido violentamente en un autocar y trasladado a Tiznit. Desde esta localidad, situada al sur de Marruecos, marchó un tramo hasta Agadir y con la ayuda de ciudadanos marroquíes compró un billete de autobús y volvió a su casa, en Tánger. « Han sido 72 horas de agonía porque mi vida está en Tánger. Yo no busco viajar a Europa sino una residencia en Marruecos que me permita trabajar», prosiguió. Cuando COPE le contactó, sus pies gritaban de dolor, pero le preocupaba el futuro, volver a la calle y toparse con las autoridades que le volvieran a detener y expulsar a miles de kilómetros.
El impacto psicológico que sobre los migrantes están teniendo las redadas masivas ha obligado a muchos de ellos encerrarse en apartamentos alejados de la ciudad de Tánger o Tetuán, los dos enclaves más importantes para los ciudadanos del África Occidental. «No salen ni para comprar agua», sigue contando el testimonio directo. Sienten el temor de arriesgar saliendo a la calle y caer nuevamente en manos de las autoridades. « Algunos cuando están dentro del autocar, intentan soltarse de las esposas y saltar por las ventanas del autobús. Hemos visto un migrante muerto en el suelo, desangrado, cuando saltó del autocar en marcha», denunció el joven de Nigeria, que sigue albergando la esperanza de obtener los papeles que tampoco le blindan en su intento de permanecer en Marruecos y ejercer un empleo.
En la frontera sur de Europa, del lado marroquí, más de 2000 personas han sido deportadas y se espera en los próximos días nuevas redadas y expulsiones por parte de las autoridades marroquíes. En el lado español, en las costas andaluzas, siguen apareciendo embarcaciones rescatadas por Salvamento Marítimo en alta mar. La mayoría de las personas que compraron una plaza en las pateras proceden de países del África Occidental, Senegal, Guinea Conacry o Costa de Marfil. En cada uno de ellos, suceden sequías como resultado del cambio climático que afecta a las tierras ganaderas y agrícolas, principales fuentes de ingresos de las poblaciones africanas; la persecución política de las etnias, la represión, y la ausencia de perspectivas de futuro influyen en la toma de decisión de muchos jóvenes de echarse a las rutas clandestinas e intentar cruzar el mediterráneo. El joven Hassán, 23 años, de Guinea Conacry, opositor político en su país y periodista de formación, pertenece a la etnia peul perseguida por el gobierno actual. Su militancia y denuncia contra la mala gestión del Estado les obligó a huir de su ciudad recurriendo a la mafia regional que le trasladaría hasta el norte de Marruecos. Una vez aquí, pagó su plaza en una embarcación precaria, pequeña y testada de gente «Pensé que era un gran barco, uno de los motores dejó de funcionar y nos quedamos sin gasolina en alta mar. Nos inundó el pánico y le pedí a Dios perdón por arriesgar mi vida. Finamente fuimos rescatados gracias a Salvamento Marítimo», explicó en Cope, Hassan, demandante de asilo político en la ciudad gaditana de Algeciras. ¿Sueños?. « Seguir mi formación periodística y probar la televisión. Con el tiempo volver a casa».