Coronel Petrov: el militar soviético que salvó al mundo de un desastre nuclear en plena Guerra Fría

Hace casi cuarenta años, el 26 de septiembre de 1983, el mundo se salvó de un posible desastre nuclear gracias a Stanislav Petrov, un oficial de guardia del ejército soviético

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Alex García

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El peligro de desastre nuclear no es algo nuevo desgraciadamente en nuestra sociedad, sino que es un temor constante y olvidado del que pocas veces se ha hablado con tanta claridad como en la actualidad. Digo pocas veces porque hubo otro momento en nuestra historia reciente, donde el peligro de que un desastre nuclear nos afectara a nivel mundial, era una posibilidad más que real. Ese momento fue hace casi cuarenta años, cuando nuestra sociedad estaba inmersa en los umbrales de la Guerra Fría.

Stanislav Petrov era un militar ruso; más concretamente un oficial de guardia, que se encargaba de registrar aparentes lanzamientos de misiles enemigos. En las primeras horas de la mañana del 26 de septiembre de 1983, los ordenadores de Stanislav sugerían que había una actividad inusual relativamente sospechosa. Los datos invitaban a pensar que Estados Unidos habría lanzado misiles nucleares hacia la extinta Unión Soviética. En ese momento, el protocolo a seguir para el ejército soviético hubiera consistido en tomar represalias con un ataque nuclear.

A pesar de la situación de emergencia más que evidente, en ese instante el oficial decidió no avisar de la alerta inminente, puesto que consideraba que se trataba de una falsa alarma. Esto fue una violación de sus tareas, una negligencia en el cumplimiento del deber. Algo que, lo más seguro hubiera sido pasar la responsabilidad, referirlo a un superior, y haber tomado cartas en el asunto. Una decisión más que polémica, pero que, sin embargo, podría tratarse de un hecho que salvara el mundo.

En plena Guerra Fría, la tensión por un posible ataque por alguno de ambos bandos. Sin embargo, en ese momento y mientras las sirenas y las pantallas se teñían de color rojo, Petrov se quedó petrificado, patidifuso e impertérrito ante lo que sin lugar a dudas, y a todas luces, parecía un ataque norteamericano.

A pesar de ello, Stanislav dudaba de la realidad de ese ataque, aunque, por otro lado, era consciente de que cada segundo que pasara sin informar a sus superiores sería clave para tomar una decisión. Cuando vio toda la situación, sospechó que algo no estaba siendo normal, por lo que en ese momento decidió no realizar ningún movimiento, sospechaba que algo no estaba siendo normal.

Una decisión clave para el mundo

Ante esta tesitura, Stanislav decidió reportar un fallo en el sistema y no avisar de un peligro inminente de bomba. Ese momento resultó clave. Si el oficial se equivocaba, su base militar y media Rusia quedaría hecha pedazos. Lo normal hubiera sido que los misiles impactaran unos veinte o veinticinco minutos después de que sonara la alarma.

Al comunicar a sus superiores que se trataba de un fallo del sistema, su tensión aumentó. Sin embargo, cuando vio que media hora después no había ocurrido nada, respiró con alivio por un acierto que significó la salvación de una hecatombe de dimensiones mundiales. Tiempo después Petrov guardaba silencio, no contó lo que ocurrió ni lo que le pasó por la cabeza, decidió no alarmar a nadie por unas posibles represalias que pudieran caerle. No fue hasta veinte años después cuando comunicara lo que había sucedido; fue condecorado por ello y su legado permanece a día de hoy cinco años después de su fallecimiento.

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