Más de la mitad de cuidadores de dependientes no reciben ayuda: “La primera gran renuncia fue a mi trabajo"

En España hay casi cinco millones de cuidadores, la gran mayoría mujeres, que ayudan a personas dependientes. De ellos dos millones dedican más de 20 horas a la semana a ello.

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Sefi García

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En España hay casi 5 millones de cuidadores. La gran mayoría mujeres, que ayudan a personas dependientes. Dos millones dedican más de 20 horas a la semana a hacerlo, dejando de lado otras obligaciones o reduciendo su tiempo de desconexión. El 55 % no reciben ningún tipo de ayuda, ni de las administraciones ni de su propia familia. Son las grandes olvidadas.

Concha de 72 años, acaba de perder a su marido. Se lo llevó una enfermedad degenerativa que le convirtió en dependientes hace 17 años. “Estaba trabajando y lo tuve que dejar, porque hasta hace año y medio no ha ido a un centro de día”, aunque lo había solicitado. “Mi día consistía en levantarme, estar pendiente de el, llevarle un par de horas a un centro de día, acercarle a natación, por la tarde, cuando se encontraba bien le llevaba a echar una partidita, aunque el pobrecito ya no podía pero se distraía...”. La vida de Concha ha girado en torno a su marido dependiente. “Mi primera gran renuncia fue a mi trabajo, que me gustaba mucho, y a partir de ahí, acomodar mis horarios a sus necesidades, aprovechaba lo que podía. Hace dos años le concedieron una plaza en un centro de día, lo recogían a las ocho y media de la mañana y lo traían a las cuatro y media de la tarde. Mi vida mejoró un poco, he tenido un poco más de actividad por la mañana, me gusta estudiar, doy clases a mayores...pero por la tarde cuando me lo traían me quedaba sentadita con el en el salón, con la chimenea, viendo la tele....lo que podía,´le, que había sido un gran lector ya no podía leer ni escribir...ha sido muy duro”.

Las cuidadoras -3 de cada 4 son mujeres- son las grandes olvidadas, al punto de que según un estudio realizado por la Universidad Overta de Cataluña más de la mitad asumen solas el cuidado de un familiar dependiente. Lo hacen, como Concha, desde el amor y el compromiso, apoyados solo por la familia. Concha tuvo que esperar a que sus hijos crecieran para recibir esa ayuda complementaria. Nos cuenta que sus hijos se turnaban los fines de semana para cuidar a su padre y así darle un respiro.

Pero el verbo renunciar es el más conjugado por estas mujeres: el 53% han visto afectada su vida al asumir este cometido. O bien han dejado el empleo, como Concha, o el ocio y las relaciones familiares se han visto mermadas.

Lo que más valoran, según el estudio es la atención domiciliaria, que para estas personas supone un respiro importante. Concha la consiguió hace apenas un año, porque ya no podía levantarlo solo, “se me cayó varias veces”, nos cuenta.

“El sistema está pensado para proteger a los dependientes -asegura Daniel Torres Estrada, profesor de la Universidad Overta de Cataluña y coordinador del estudio- no se piensa nunca en esa persona que está detrás cuidando al dependiente”.

Un dato que les llamó poderosamente la atención es la valoración que las personas cuidadoras hacen de las ayudas que proporciona el sistema. “Nuestra sorpresa fue ver que decían que todo lo que les planteábamos que es por donde se orienta la ayuda, nada de lo que se ofrece se hace en base a las necesidades reales, son recursos, probablemente muy bien pensados desde un despacho pero que no conectan con las necesidades de estas personas”.

El profesor Torres explica que no son personas que reivindiquen “porque no están asociadas generalmente, no forman parte de un colectivo identificado que puedan plantear reivindicaciones como tal colectivo sino que son personas a título individual”.

Poco piden, y poco se quejan. Solo dos de cada diez, recoge el estudio, muestran algún tipo de sobrecarga. Para Daniel Torres “estas personas que realizan este papel nuclear, tan importante deberían estar identificadas y reconocidas, porque están realizando una tarea prácticamente a coste cero. La existencia de este tipo de personas les ahorran a las políticas sociales muchos recursos y deberían estar compensadas económicamente, porque muchas de ellas han tenido que renunciar al trabajo o reducirse la jornada”.

Concha, que todavía llora a su marido, hubiese agradecido que esa plaza en el centro de día y esa ayuda domiciliaria hubiese llegado antes “porque tienes que lidiar con una persona cada vez más dependiente y no puedes, él se puso malito con 59 años. Me hubiera venido bien una ayuda económica porque tuve que dejar de trabajar, o que hubiese venido a casa una persona para yo poder seguir trabajando. Yo creo que la administración no está bien hecha para las personas que son dependientes. Falta mucho”.