¿Por qué el roscón de Reyes lleva fruta escarchada?

El roscón de Reyes es uno de los postres más típicos de las Navidades. Aunque originalmente se come el 6 de enero, día de Reyes, su enorme popularidad hace que desde los días previos a la Navidad en pastelerías o supermercados encontremos este dulce tan rico. Los reposteros han tomado la receta original para hacer nuevas variedades de este postre tradicional y entre su relleno ya podemos encontrar nata, chocolate, trufa y multitud de sabores. Claro que hay otros que prefieren el roscón sin relleno.

Uno de los elementos habituales del roscón que genera una gran división es la fruta escarchada. En todo buen roscón que se precie aparece estas piezas verdes de fruta no son más que trozos de melón teñido, las rojas de sandía y de cereza y las naranjas, obviamente, de naranja. Pero no a todo el mundo le gusta la fruta escarchada y muchos la retiran antes de degustar el roscón.

Si genera tanta división, ¿por qué los roscones suelen tener fruta escarchada? ¿De dónde viene esta tradición? Muchos dicen que el motivo es puramente simbólico. Según la leyenda, esas piezas representan las piedras preciosas que los Reyes Magos de Oriente lucían en sus túnicas cuando fueron a adorar al niño Jesús en Belén. Serían principalmente rubíes (rojo), jade y esmeralda (verde). Sin embargo, otros señalan que simbolizan las joyas de una corona.

Lo cierto es que las primeras recetas de roscones no incluían la fruta escarchada entre los ingredientes. Según cuentan en Lazaya, especialistas en frutas en conserva, tampoco tenía agujero, aunque no tardó en aparecer unos años después. Fue a principios del pasado siglo cuando los roscones comenzaron a tener fruta escarchada. Los pasteleros suelen adherir las piezas de frutas cuando el bollo aún está crudo, por lo que quedan compactas formando parte del dulce al cocinar.

EL ORIGEN DE METER UN REGALO EN EL ROSCÓN

¿Y de dónde viene lo de incluir un regalo en el roscón? Sobre esto también hay muchas y variadas teorías. El hábito de esconder en este dulce un haba -símbolo de buena suerte y fertilidad- se remonta al siglo III. Pero no fue hasta la época de Luis XV cuando un cocinero de la corte francesa decidió introducir en él una moneda de oro, que se convirtió en la sorpresa más valiosa en sustitución del haba. A partir de entonces, aquel que se hacía con este regalo era el nuevo rey, mientras que quien encontraba la legumbre tenía que pagar el roscón. Así nació la expresión "tonto del haba", que más tarde desembocó en el españolizado "tontolaba".

El rey Felipe V, tío de Luis XV, fue quien trajo hasta nuestro país este postre, y poco a poco se fue convirtiendo en una de las comidas navideñas más populares. La tradición de esconder una moneda acabó siendo reemplazada por la de una pequeña figura a modo de regalo.

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