Puerta del Sol, la covid-19 pone fin a una tradición de 150 años celebrando las campanadas de Nochevieja
150 años son los que lleva la Puerta del Sol acogiendo la celebración de las campanadas de Nochevieja
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Si hay una imagen que se repite cada Navidad suele tener lugar la noche de Nochevieja, poco antes de las doce de la noche, en la Puerta del Sol de Madrid donde se concentran miles de personas. Esa noche todas las miradas se centran en el reloj de esta céntrica plaza madrileña para, con 12 uvas en mano, despedir el año. Una tradición de 150 años que se ha visto truncada este 2020 por la covid-19.
Sin embargo, desde hace algunos días, se preveía que este año por la situación sanitaria que estamos viviendo por la pandemia se tomaran algunas medidas, bien fuera limitación de aforo o suspensión de la celebración de fin de año como así ha anunciado este viernes el viceconsejero de Salud Pública y Plan Covid-19, Antonio Zapatero.
¿Sabes de dónde viene esta tradición de despedir el año con 12 uvas desde la Puerta del Sol? ¿Desde cuándo se retransmiten por televisión? Todo esto y muchos más detalles nos lo cuenta el cronista de la Villa y Corte de Madrid,
Ángel del Río
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LAS TEORÍAS SOBRE LA FECHA DE INICIO TOMAR LAS UVAS EN SOL
En primer lugar, tenemos que hablar de las fechas, sí las fechas, porque hay varias teorías sobre el inicio de esta tradición. Según nos cuenta Del Río “se apunta como primera vez que se tomaron las uvas en Sol el año 1882, siguiendo una costumbre de la alta burguesías francesa que tomaba las uvas con champagne”.
“Otros dicen que fue el año 1896. Dos años después, en 1898, cuentan que en la Puerta del Sol había una hotel llamado Gran Hotel cuyos huéspedes salieron a las doce de la noche a tomar las uvas para despedir el año”, continúa Ángel.
Sin embargo, la fecha que más peso tiene es la de 1909 “año en el que los agricultores debido al excedente en la producción de uva durante el otoño decidieron regalar uvas a todos los madrileños en la Puerta del Sol”, concluye Del Río.
EL RELOJ DE LA PUERTA DEL SOL
El reloj de la Puerta del Sol fue un regalo al pueblo de Madrid, en la persona de Isabel II, del relojero leonés, José Rodríguez Conejero, más conocido por Losada, que era el nombre del pueblo en que nació. Este relojero trabajaba en Londres, donde había adquirido fama como uno de los mejores del sector en todo el mundo. Tardó tres años en construirlo, y fue inaugurado el 19 de noviembre de 1866, con la presencia de la Reina, y para celebrar su 36 cumpleaños.
Llama la atención su armadura, realizada bajo la dirección del ingeniero Víctor Hugo, compuesta por tres columnas sobrepuestas y fuertemente enlazadas entre sí. Las cuatro superiores son las que llevan las tres campanas. La armadura se corona con una elegante cúpula, y tendrá una altura de treinta pies.
Recuerda Ángel del Río que en una ocasión con motivo de unas obras que se estaban realizando el Sol se trasladó la celebración de Fin de Año a la Plaza Mayor de Madrid.
También nos habla el cronista de la Villa y Corte de algunos de los momentos y datos más significativos del reloj de la Puerta del Sol y las especiales celebraciones de las Nocheviejas de algunos años.
El primer reloj
La iglesia del Buen Suceso estaba ubicada en el lugar donde se levantó después el Hotel París, y en cuya parte superior fue colocado el anuncio luminoso del Tío Pepe, trasladado hace pocos años a otro inmueble, también de la Puerta del Sol. El templo fue derribado en 1854, y con él, el reloj. Se decidió entonces que tendría que seguir habiendo un reloj de referencia, grande para que se divisara desde todas las latitudes de la plaza. Y se instaló en lo alto de la Real Casa de Correos. Contaba con tres esferas y dos manecillas, pero la expectación levantada por el que se consideraba el más preciso mecanismo del momento, se quebró cuando empezaron a apreciarse errores de bulto en su funcionamiento. Pronto fue presa de chascarrillos, dimes, diretes y burlas, hasta hacerse popular una coplilla muy extendida:
Este reló tan fatal que hay en la Puerta del Sol, dijo a un turco un español, ¿Por qué funciona tan mal? El turco, con desparpajo, contestó cual perro viejo: este reló es el espejo del Gobierno que hay debajo»
Debajo estaba el ministerio de la Gobernación. El reloj estuvo por poco tiempo en su atalaya, y en 1866 fue sustituido por el actual, el de Losada.
¿Cuándo se colocó la bola?
En 1890 se le colocó al artefacto una bola de grandes dimensiones, con el ánimo de que, cuando empezara a caer, el público advirtiese que iban a comenzar los cuartos, como paso previo a las doce campanadas.
Salida de las diligencias
Una de las utilidades más apreciadas del reloj es que marcaba la hora de salida de las diligencias y coches de alquiler con parada de salida en la Puerta del Sol.
Sol: un lugar para quedar
Desde el principio, la importancia de este artilugio hizo que los madrileños, forasteros e «isidros» llegados de fuera por motivo de las fiestas del Santo Patrón, lo escogieran como lugar de referencia para citarse: "Quedamos debajo del reloj de Gobernación". Con el paso del tiempo fue sustituido por otros emblemas de la Puerta del Sol como el «kilómetro cero», la estatua del oso y el madroño o la de la Mariblanca.
El susto del gobernador
En el año 1928 se produjo un suceso insólito: se desprendió una de las pesas del reloj, que traspasó el suelo y cayó en el despacho principal del Gobernador. Milagrosamente, en esos momentos no había nadie en la estancia.
La última Nochevieja a la que acudió Alfonso XIII
Cuentan que a Alfonso XIII le gustaba asistir en directo, de incógnito, a la transición del año viejo al nuevo en este punto. La Nochevieja de 1930, fue la última en la que el monarca se hizo presente en la Puerta del Sol.
Las consecuencias de la Guerra Civil
Al comienzo de la Guerra Civil, en otoño de 1936, estalló una bomba en el comienzo de la calle Mayor. Como consecuencia de la detonación, las cuatro esferas del reloj saltaron por los aires. Sólo se repuso la que da a la Puerta del Sol. Dos años más tarde, un obús atravesó una de las esferas de un lado a otro, aunque no causó desperfectos en la maquinaria.
Cuando Venezuela quiso comprar el reloj de la Puerta del Sol
Madrid estuvo a punto de perder su histórico y popular reloj, cuando en 1952, el gobierno de Venezuela quiso comprarlo para llevárselo. A través de su embajador en España, hubo negociaciones con el Ayuntamiento, pero el alcalde en aquellos momentos, Conde de Mayalde, no lo consintió.
Las primeras campanadas en TVE
En la Nochevieja de 1962, se produjo un acontecimiento histórico: por primera vez, Televisión Española emitió en directo para todo el país las doce campanadas desde la Puerta del Sol, acto presentado por Matías Prats (padre). Y a partir de entonces, lo ha hecho de forma ininterrumpida, aunque con la creación de las televisiones autonómicas y las privadas, TVE ya no las da en exclusiva para toda España.
El lapsus de María Naranjo
La llegada de 1990 trajo uno de los gazapazos más sonados de TVE. Retransmitía la presentadora Marisa Naranjo, quien se hizo un lío con el tema del carrillón, los cuartos y las campanadas. Anunció como cuartos, lo que ya eran las campanadas. Cuando el carillón volvía a su lugar, dijo: «Aquí comienzan las doce campanadas», pero lo que comenzaba era el nuevo año. Marisa Naranjo, turbada, confundida, se despidió de los telespectadores con un deseo: «Espero que todos ustedes hayan tomado las uvas sin precipitación y de acuerdo como hayan sonado».
¿Qué ocurrió en 1990?
Un año después de aquel error de Marisa Naranjo, el reloj estuvo a punto de dar un nuevo susto, pues su maquinaria se paró pocas horas antes de despedir el año. El motivo fue el cable de una cámara de televisión, que se había enganchado en las piezas y dejó al reloj sin pulso, y casi también, a las personas encargadas de su mantenimiento. Afortunadamente, el incidente se pudo subsanar a tiempo.
Prisa por llegar al 1997
La última anécdota de gran calado popular y mediático, se produjo en la Nochevieja de 1996. A la maquinaria se le aceleró el pulso, y las campanadas corrieron desbocadas, lo que produjo que miles de personas en toda España se atragantaran con las uvas, en el intento se seguir el ritmo alocado del reloj. Los 36 segundos que duraba el sonido de las doce campanadas, se redujo en aquella ocasión a menos de la mitad, 17 segundos. A raíz de esta incidencia, el relojero Vicente Rodríguez, encargado de este reloj, dijo que pondría unos prolongadores para que se tarde más tiempo en levantar los martillos que golpean la campana, y dejar así unos tres segundos entre uva y uva, para evitar atragantamientos.