¿Qué es lo más extraño que han pedido con Glovo? Un repartidor nos cuenta su día a día

Pasamos una jornada de trabajo con un trabajador que nos cuenta las anécdotas más curiosas que le han sucedido.

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Jorge Miralles

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Son las diez de la mañana cuando empieza la jornada de Héctor, un repartidor de la empresa Glovo que nos cuenta que se fija las horas que trabaja. Antes de reunirse con nosotros nos comenta que suele comenzar a las ocho, pero ha tenido que resolver unos asuntos antes y hoy empezaba más tarde. “Es lo que me gusta de Glovo, que no tengo que rendirle cuentas a nadie de las horas que trabajo” Sus jornadas son de trece horas, y generalmente solo descansa un día cada dos semanas que lo dedica fundamentalmente a la familia.

Mientras conversamos y antes de arrancar el coche entra el primer pedido. La propia aplicación que tienen los llamados “glovers” les conecta directamente con un servicio de mapas con el que se establece la ruta. Primero tiene que ir a recoger el pedido y luego a entregarlo. En este caso nos dirigimos a una confitería situada a unos diez minutos del punto de partida.

Una vez llegado al punto de destino bajamos y entramos al establecimiento. “Esto es lo más difícil, llegar y aparcar” Muchas veces tiene que dejar el coche en zonas de estacionamiento de pago unos minutos porque le compensa evitar las multas que según nos comenta pueden llegar a ponerle por estacionamiento inadecuado. Dentro de la confitería todo es más sencillo y nos sorprende la rapidez. La dependienta tiene preparado el paquete y el repartidor tan solo hace una foto al ticket y se cerciora que el precio coincide con el que le marca el teléfono.

En cuanto a las ganancias que se puede obtener mediante este tipo de trabajo Héctor se sincera con nosotros. Nos comenta que los pedidos pequeños no suelen compensar, ya que el costo que tiene la gasolina con dificultad llega a cubrir las ganancias que puede obtener en el encargo. Se cobra una tarifa base, un precio por kilómetro y por tiempo de espera en el caso de tener que esperar. Más allá de lo básico, también hay pluses en caso de lluvia. A pesar de ello, habla con franqueza cuando se le pregunta si da para vivir este tipo de trabajo: “tienes que trabajar, sí”

No obstante, tantas horas de conducción y experiencia dan para muchas anécdotas, de entre las muchas que nos cuenta, destaca las extrañas peticiones que les hacen: desde gusanos a juguetes sexuales. “Uno ya lo ve normal. Voy, busco un sex shop y llego esto y ya” No abren los paquetes, van cerrados y nunca se pregunta qué pueden contener, lo que no evita que se plantee qué pueden contener. Una nota divertido a un gran trabajo que hay detrás de cada click que hacemos en nuestro teléfono móvil.

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