La titánica lucha contra un cáncer avanzado y resistente de una redactora de COPE

Ana Luisa Pombo nos traslada un mensaje de superación y esperanza con este repaso a las tres vidas por las que le ha llevado la enfermedad

La titánica lucha contra un cáncer avanzado y resistente de una redactora de COPE

Ana Luisa Pombo

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LOS MILAGROS EXISTEN. HOY, PRIMER AÑO DE MI TERCERA VIDA, DOY FE. 

Hoy, 28 de diciembre día de los Santos Inocentes, cumplo el primer año de mi tercera vida.

Mi primera vida empezó un 1 de marzo frío y lluvioso en una aldea de Galicia en la que había pocas comodidades pero mucho amor y una tranquila felicidad que me acompañó por todos los lugares en los que he vivido, hasta que el 17 de mayo de 2017, un mazazo inesperado por un diagnóstico de cáncer avanzado, la rompió como si fuera de cristal

Mi segunda vida se empezó a fraguar desde el mismo momento del diagnóstico, cuando la Fundación Jiménez Díaz, mi hospital, puso todos sus medios a mi alcance, los técnicos y los humanos. Sobre todo, ese camino hacia mi segunda vida, lo marcaron los médicos, extraordinarios médicos, encabezados por el doctor Martín Valadés, mi oncólogo, que creyeron en mi curación y apostaron decididamente por mí, poniendo todo su saber al servicio de mi curación.

Unos meses más tarde, el 23 de agosto, se produciría mi segundo nacimiento después de largas horas de quirófano para extirparme un tumor y varias metástasis. 

Resulta curioso ver cómo reaccionamos en situaciones límite. Cuando entré en el quirófano, al encontrarme con una cara amiga desde hacía años, la del doctor Badía, no pregunté sobre la operación sino que me limité a ejercer de mosca cojonera, protestando por unos llamativos “pololos” de color rosa que me habían puesto sobre unas medias blancas de compresión, que me convertían en algo así como un grotesco Sancho Panza y preguntando si a los hombres se los ponían azules. 

En ese momento, el anestesista decidió que era mejor que me callase y solo recuerdo despertarme preguntando cómo había ido la operación. No obstante, en ese tiempo impreciso entre el sueño profundo de la anestesia y el despertar desorientado en el que, al parecer, decimos cosas que después no recordamos y sobre las que el personal sanitario corre un tupido velo, en ese tiempo, yo he debido decir alguna intemperancia de las que acostumbro y seguramente dirigida a los médicos porque en los días siguientes, los cirujanos ponían cara de circunstancias cuando me veían y las enfermeras me achuchaban por los pasillos, muertas de la risa y diciéndome que ellas habían estado conmigo en el quirófano. Espero que, algún día, me saquen de dudas acerca de lo que largué cuando estaba semi inconsciente.

Hoy, cumplo el primer año de mi tercera vida que empezó el 28 de diciembre del año pasado cuando me operaron de una metástasis, porque el bicho decidió aparecer a principio de ese mes, con el ánimo de aguarme la NavidadNo contaba, el muy pejiguero, con la voluntad inasequible al desaliento de los médicos ni con mi decidida intención de contribuir con todas mis fuerzas, a desalojarlo de un cuerpo en el que no es bienvenido, el mío

Una vez más, tras largas horas operación, entre todos y con la ayuda impagable y nunca bien agradecida de Ese que nos cuida desde allá arriba, le volvimos a ganar la batalla al bicho.

Soy consciente de que el cáncer, es como las cucarachas que cuando parece que están muertas del escobazo que les has arreado, salen escopeteadas hacia otro lugar oculto y que, aunque algunas se escapan, la mayoría con la ayuda de los nuevos matabichos, terminan cayendo.

Sé que la lucha contra el cáncer se cobra muchas vidas, pero muchas otras, las más, se siguen salvando porque los enfermos no estamos solos, tenemos detrás a todo un sistema sanitario, extraordinario sistema por mucho que algunos lo critiquen; tenemos a nuestra disposición los mejores medios a los que, tan generosamente contribuyen personas como Amancio Ortega; tenemos médicos por encima del listón de la excelenciatenemos personal de investigación y sanitario volcado en hacernos más fácil y seguro el caminotenemos a nuestras familias volcadas para que toda nuestra fuerza se centre en la batalla y repartiendo amor a raudales para que cada día sea inolvidable; tenemos a nuestros amigos, a los de verdad, que creen en nosotros recordándonos que si tropezamos, siempre encontraremos su mano amiga tendida para ayudarnos a levantarnos. Por supuesto y por encima de todo, tenemos esa ayuda divina que solo valoramos cuando nos encontramos tan al límite que nuestra supervivencia es un auténtico milagro, porque los milagros sí existen y yo que hoy cumplo el primer año de mi tercera vida, al igual que cientos de miles de personas que cada año le doblamos el pulso al cáncer, somos la prueba.

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