MADRID

Juan de Castilla vuelve a reivindicarse y pide una nueva repetición en Las Ventas

El colombiano da una aclamada vuelta al ruedo. También pasean el anillo, pero en tono menor, Morenito y Espada ante una aprovechable corrida de Valdefresno

Derechazo de Juan de Castilla al sexto toro de Valdefresno este domingo en Madrid

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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Tras el atracón isidril y sus corridas extraordinarias, Las Ventas volvió a la calma chicha del cuarto de plaza, turistas y aficionados contados con los dedos de la mano. Y volvían a Madrid varios diestros que se habían ganado su repetición en Madrid tras tardes destacadas en el ciclo primaveral buscando algún hueco en lo que queda de temporada en el coso madrileño.

Uno de estos toreros ‘aprovechables’ que se anunciaban este domingo era Juan de Castilla, que recogía el premio a su entonada tarde en la “miurada” de San Isidro. El colombiano tuvo enfrente como primero a un buen toro de Valdefresno. Animal con alegría en los cites, nobleza y clase. Juan estuvo con él bullidor, pero solo le cogió el aire al toro en una tanda por el pitón derecho mediada ya la faena. Dejó una estocada suelta antes de agarrar otra caída.

Se recompuso el diestro con el sexto, que de salida demostró una tremenda clase en sus embestidas y que además hizo pelea de bravo en el caballo. Juan lo vio pronto y se fue hasta los medios para dar distancia al toro del hierro charro que se vino como un tren. Sin importarle el viento, toreando con media muleta, el joven diestro templó, mandó y remató detrás de la cintura. El canon. Rugía Madrid y más aún cuando en las dos posteriores series en redondo redujo las embestidas a base de mano baja y rotundidad en el trazo. Pero hasta ahí llegó el toro, que buscó el refugio de los adentros. En ese terrerno le sacó con sacacorchos un circular que puso en pie a los tendidos por el espacio imposible por donde pasó el animal. Aconchado en tablas, no ayudó a Juan de Castilla a la hora de entrar a matar. Dos pinchazos y una estocada casi entera caída y perpendicular se llevaron el triunfo, pero no la sensación de torero en sazón que merece más oportunidades.

Salió decidido Morenito de Aranda en su regreso a Las Ventas. Hasta la puerta de chiqueros se fue para recibir al de Valdefresno a portagayola. Limpia la resolución del lance para después lancear con fibra y gusto a la verónica. No hizo mal las cosas el del hierro salmantino, pero ya se atisbó que no venía sobrado de motor para mover sus 626 kilos. Para más inri, tampoco ayudó el volantín que se pegó el toro en inicio de faena. El de Aranda se mostró templado y solvente, pero costó un mundo llegar al tendido por la nobleza pajuna que tuvo el animal. Con los aceros tampoco estuvo fino.

El cuarto también tuvo virtudes como la humillación y la nobleza, pero pecó de falta de empuje para terminar de romper de verdad. Morenito se enfrascó en una faena muy larga con algún pasaje rescatable con la mano derecha. Un muletazo con la planta muy relajada, otro par de ellos más mandones. Pero al conjunto le faltó unidad y le sobró metraje. Pero como la espada entró a la primera, aunque cayese desprendida, se desató una petición de oreja algo desmesurada. Dio una vuelta al ruedo como recompensa.

Poco más de una semana después

de ser corneado en el campo, Francisco José Espada se enfundó el chispeante para volver también a Las Ventas, plaza que abandonó en ambulancia en su pasada actuación isidril. Tras tanta desgracia, el fuenlabreño se las vio con un ejemplar de Valdefresno con bondad y calidad en sus embestidas. Espada dejó una primera tanda al natural muy bien trazada. Atalonada la planta y tirando do toro. Después las dos siguientes series navegaron con altibajos antes de volver a coger la zurda e intentar remontar el trasteo. Una última serie en redondo, apretando por abajo al de Valdefresno resultó la más rotunda . Media en buen sitio tumbó al toro y tras ello, se desató una petición que no llegó a mayoritaria. Espada dio una vuelta al ruedo con los tendidos divididos y pasó a la enfermería para ser revisada la herida.

El quinto, una mole de 610 kilos, fue el animal más deslucido del encierro. Se movió sin gracia ni entrega y rápido echó la persiana. Espada, a su altura y pegándose un arrimón, sacó algún muletazo de mérito. Pero fueron los menos. Después pasó un mal rato con la espada.

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