5ª FERIA DE HOGUERAS
Maestro Ponce, emotivo adiós a una leyenda, a hombros con Galván y Rufo en Alicante
Una noble y enclasada corrida de Daniel Ruiz propicia el triunfo de la terna este domingo en la Feria de Hogueras.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El maestro de Chiva de despidió esta tarde de una de sus plazas: Alicante y Ponce están unidos por el tronco del clasicismo: raíz, tronco, rama y flor. El maestro Manzanares, Ordóñez, José Fuentes, Ponce… Ponce le dio la alternativa a Jose Mari, hijo del maestro.
El maestro de Chiva sufrió casi un calvario para acceder a la capilla y al patio de cuadrillas. El cariño de tantos años, la admiración hacia una leyenda. Calurosísima la ovación tras romperse el paseíllo. Ponce invitó a Galván y Rufo. El alcalde de Alicante, Luis Barcala, le entregó al maestro valenciano una placa conmemorativa. Qué nostalgia tuvo la tarde. Como ver a Juan Ruiz Palomares, su apoderado y descubridor desde los 11 años. El tiempo nos devora y el fuego lo purifica todo: menos a los genios como Enrique Ponce, cuya obra resistirá siglos y cualquier hoguera.
El prólogo por abajo fue muy poncista, menos el molinete, airoso y torero. El de Daniel Ruiz, pegajoso y muy suelto, tuvo movilidad y celo. Menos entrega pero sí prontitud. Genio también, y carbón. Indómito por momentos. Ese toro hizo sudar a Ponce, aunque el maestro supo taparle defectos y administrar alturas. Manejable pero nada fácil. Hubo derechazos made in Chiva: desmayada la figura, abandonado el torero, caídas las hombreras, encajados los riñones… Y los pases de pecho, el molinete invertido… En las manos del maestro es difícil medir a veces virtudes y defectos… Más de media en buen sitio. Una oreja.
El cuarto de Daniel se lo brindó la leyenda de Chiva a su hija Bianca, la primera vez que acudía a una plaza de toros a ver a su maestro padre. Quitó por chicuelinas de mano baja Ponce y remató con una larga dandole aire al toro. Muy justo de todo. Trató Enrique de afianzar las embestidas. Y lo consiguió. Los muletazos acababan por arriba. La muleta apenas besaba la arena. Difícil resolver aquello incluso con la ciencia poncista. Pero lo logró. El toro acabó sin caer y con mayor recorrido. Ciencia, constancia y paciencia.
Se echó Ponce de rodillas para hilvanar varios molinetes y una poncina. Y de espaldas de rodillas. Y un desplante. Y escribió una A en la arena con el estoque… En el paseíllo lo hizo con el pie. Lo mató en los medios con media estocada en el rincón… Tardó en caer el toro pero Alicante supo valorar y agradecer una trayectoria inigualable. Emocionante adiós del maestro en el feudo de su espejo y referente Manzanares.
El segundo, “Finito”, fue para un torero estilista como el Fino como es David Galván, que sustituyó a Morante tras su buen paso por Madrid. Soberbio fue el saludo de capa, empapada de percal la embestida, ralentizada, imantada, seducida. Perdió los pies Galván. Un susto. Soberbios Juan Rojas y Juan Carlos Rey con los palos. Brindó Galván a Ponce. Qué suavidad presidió el inicio. Genuflexo, exigente pero sedoso. Le brota el toreo natural a Galván. Sin tensiones, sin forzar. Notable fue el toro de Daniel, por son, nobleza y ritmo. Quiso más que pudo el burel pero agradeció los flecos por abajo. Una gran estocada al segundo intento le valió una merecida oreja. Sin redondear hubo momentos de suprema belleza.
El quinto fue toro más aparente. Castaño y altivo. Galván sostuvo con buena expresión el justo celo que tuvo el toro. Nobleza, buen fondo pero el depósito de fuerzas al límite. No se aburrió el torero de buscarle las vueltas y sacó muletazos limpios. Bendito sea el aire fresco con toreros como Galván en las ferias. Le salió bien la apuesta al empresario Nacho Lloret. Ojalá las empresas sigan su ejemplo y pasen página de “cayetanos” y de los toreros instalados en la mediocre comodidad. La estocada fue sublime, lenta la ejecución. Y la oreja merecida.
Tomás Rufo saludó al tercero con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio. Espoleado. De hinojos también con la muleta, toreó en redondo encajado en el prólogo. Lástima que el toro tuviera una embestida mortecina. Irreprochable la actitud del torero toledano.
Excelso fue el saludo ante el sexto de Rufo con el capote. Verónicas hondas, el pecho ofrecido, los brazos bien jugados. Muy sentido el inicio de faena. Y templado. Hubo tres derechazos hermosos de cadencia. Macizos. Rotundos: soberbios. El toreo deletreado, la embestida paladeada. Hubo casi al final varios naturales inmensos por redondos y pulsados. La muleta rastrera, la panza en el hocico. Hasta el final. Y el de pecho hasta la hombrera. Notable dimensión de Rufo, que se sumó in extremis a la fiesta poncista. La estocada fue más fulminante que precisa. Dos orejas.