6ª CORRIDAS GENERALES

Pablo Hermoso de Mendoza dice adiós en hombros a la plaza de toros de Bilbao

El rejoneador navarro dice adiós a Vista Alegre cortando dos orejas. Una paseó el diestro Juan Ortega en su debut.

Pablo Hermoso de Mendoza en su salida a hombros este sábado en Bilbao

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El adiós de jinete de Estella a una de las ciudades donde más ha triunfado a lo largo de su extensa carrera comenzó, como ya es acostumbrado homenaje en estas ocasiones, con un aurresku en su honor antes de que arrancara el paseíllo, mientras que las nubes comenzaban a descargar un denso txirimiri que, afortunadamente, no volvió a aparecer hasta la lidia del sexto.

Triste y gris inicio, por tanto, acentuado por la propia actuación de Hermoso, que se mostró muy desacertado al clavar rejones y banderillas al primero de su lote, un buen toro de San Pelayo al que castigó en exceso con una segunda cuchilla que le hizo venirse abajo y no seguir a sus cabalgaduras.

Fue ya el cuarto, un "murube" hondo y discretamente "afeitado", el que le permitió, con su constante y rítmico galope, irse con auténticos honores de esta plaza que tanto le aplaudió y que hoy volvió a comprobar la maestría del navarro en una faena limpia y templada, tanto en las batidas para dejar las banderillas como en el prolongado toreo posterior con la grupa de "Berlín" y con los adornos sobre "Malbec".

Para terminar de amarrar ese doble trofeo que le permitió irese en volandas de Vista Alegre, aún remachó su obra con un rejonazo de efecto fulminante que desató la pañolada, incluida la del presidente, que esta vez no quiso llevar la contraria a la mayoría y contribuyó al éxito de la efeméride bilbaína de Hermoso de Mendoza.

Justo en el turno anterior también se había concedido una oreja a Juan Ortega, que se presentaba en el Bocho y que se enfrentó, según el sorteo, a la versión Domecq de los dos hierros familiares anunciados, en este caso los de La Ventana del Puerto.

Su primero, el del triunfo, fue un cinqueño de hondas hechuras que se defendió de salida y que acudió luego a la muleta con poco celo durante dos o tres tandas de muletazos, para acabar desfondándose y volviendo grupas cuando Ortega le probó por el pitón izquierdo, por donde se negó y le desarmó.

Antes y después de eso el trasteo del diestro sevillano tuvo momentos de gran nivel, al ralentizar casi siempre esas embestidas cortas, solo que también buscando redondearlas en exceso y sin que el de La Ventana lo aceptara, por lo que el conjunto no acabó de tener la suficiente fluidez.

Un esquema similar tuvo su actuación con el sexto, de medido trapío pero finas hechuras, que duró más en la pelea y tuvo más impulso tras las telas. Y esa virtud le sirvió a Juan Ortega para cuajarle un buen saludo a la verónica, con algunas de ellas muy hondas, y un quite por chicuelinas de mucho toreo, en las que el animal se desplazó con recorrido.

Ya en el último tercio, una dura y larga apertura de ayudados por alto y por bajo redujo mucho esas inercias de un toro al que Ortega volvió a trazar muletazos y adornos de jaleada calidad y pausado temple, solo que sin acabar de macizar y ligar una tanda completa como colofón.

Diego Urdiales, que fue recibido con una gran ovación en recuerdo a sus muchos triunfos en esta plaza, volvió a Bilbao cinco años después con una suerte pésima: los dos toros de sangre "atanasio" que acabó estoqueando resultaron dos mansos declarados, que se rajaron muy pronto y que, como el sexto, llegaron incluso a cocear la muleta en su huida hacia las tablas.

El diestro riojano aplicó tiempos y paciencia con el de Valdefresno, intentando desengañarle de sus irrenunciables ganas de refugiarse en la querencia, y se desesperó con la violenta y cobarde mansedumbre de un cuarto con kilos pero de escasa seriedad que se dio a la huida ya con las banderillas y con el que pasó un auténtico quinario para estoquearlo, resentido de una muy reciente fractura de costillas.

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