19ª SAN ISIDRO
Un petardo de Juan Pedro Domecq… y todos lo sabíamos
Petardo ganadero de Juan Pedro Domecq que dejó sin opciones a Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado.
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Sobre el papel, uno de los carteles de la feria. Tres sevillanos en Madrid. Morante, Ortega y Aguado con los toros de Juan Pedro Domecq. En la gala de presentación de San Isidro todo el mundo apuntaba a esta combinación. El problema llegó cuando la temporada echó a andar y la camada del hierro ducal a ser lidiada. Castellón, Valencia, Sevilla por partida doble, Córdoba… Una crisis de bravura que se extiende en el tiempo y que da como resultado toros ayunos de motor, sin vida. Que podía pasar hoy en Madrid lo que al final ha sucedido, todos los sabíamos. Un petardo gordo de Juan Pedro al que, sin embargo, las figuras le seguirán lidiando sus toros en las principales ferias.
El abraplaza no pudo ser más feo. Con hechuras de caballo percherón y sin ganas de seguir las telas. Un auténtico buey para la vuelta de las carretas en unos días a los caminos que conducen a El Rocío. Morante se estiró a la verónica con más eco que méritos primero y le quitó las moscas con celeridad después. Todo ello antes de pegar su petardito prepandémico con la espada.
Menos le duró el bajo cuarto. Un toro al que zumbaron en varas y llegó muerto en vida a la muleta. El de La Puebla, que salió con la espada de verdad y viendo que el animal que no pasaba, lo avió entre las protestas del personal.
Juan Ortega firmó el mejor saludo capotero de la tarde al primero de su lote. Ralentizando el viaje del toro, durmiéndose en el embroque y componiendo con su particular estética. Un gozo para los sentidos. Pero hasta ahí duró el de Juan Pedro. En el último tercio pasó sin gracia ni sal. Un auténtico bodrio.
Lo más artístico de la tarde corrió a cargo de Ortega con el blando quinto, un astado que bien podía haber vuelto a los corrales. El toro, pese a esa falta de fuerzas, sacó buen fondo. El sevillano firmó algunos muletazos de buen trazo en la primera mitad del trasteo. Hubo encaje y clase en la composición de las series. Después comenzó a quedarse al hilo, los tendidos más exigentes le reprocharon la colocación y el toro, como la faena, fue a menos. Lo pasaportó de una buena estocada previo pinchazo.
El salpicado que hizo tercero cumplió en varas al menos. En banderillas sacó un tranquito que hizo albergar alguna esperanza. Sobre todo, cuando Pablo Aguado le cuajó una tanda templada y empacada por el pitón derecho. Al hilo, sin apreturas, pero con esa expresión tan sevillana que posee. Pero tras ello, llegaron las dudas, las ligerezas, no tragar ante los bonancibles viajes del toro y no terminar de armar faena. Se le vieron las costuras a Aguado.
Antes de que saltase al ruedo el sexto, desde el tentido 7 de desplegó una pancarta que decía "Hay que recuperar el toro de Madrid". Quizá lo que hay que recuperar es la casta y la bravura en ciertas ganaderías. Con el ambiente a la contra y un toro altón y feo, la faena de muleta comenzó con buen aire con varios doblones poderosos que fueron un espejismo. El de Juan Pedro comenzó a quedarse corto y a lanzar tornillazos al llegar al engaño. Alargó sin sentido la faena Aguado para desesperación del paciente público venteño.
Madrid, jueves 26 de mayo de 2022. 19ª de Feria. Lleno de ‘No hay billetes’.
Toros de Juan Pedro Domecq, de muy desiguales hechuras y remates. Todos resultaron mansos y desfondados. Tercero y quinto resultaron manejables en el último tercio.
Morante de la Puebla, silencio y pitos.
Juan Ortega, silencio y división al saludar.
Pablo Aguado, silencio y silencio tras aviso.