SEVILLA
Tristán Barroso y Samuel Navalón se quedaron sin puntuar en la Maestranza
Una vuelta al ruedo para Barroso y Navalón en una interesante novillada de Julio de la Puerta. Mariscal Ruiz fue ovacionado.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hay que subrayar militancia en la verdad de un concepto tan clásico como emotivo. Como cualquier otro arte creativo el toreo es testimonio de aquel que lo hace y lo dice, y Tristán Barroso lo mostró a veces y remarcó ese toreo profundo y templado que quiere hacer morir detrás de la cadera. Un toreo que trasmite veracidad. Una lidia seria, de muletazos bien trazados, aunque con la dificultad de las embestidas rebrincadas de un novillo molesto por el continuo cabeceo.
El novillero madrileño le resultó difícil realizar ese toreo sólido colmado de clasicismo, hoy, difícil de recrear. No fue el primero de Julio de la Puerta un utrero para florituras. Un animal a la defensiva que desarmó en ocasiones a Barroso impidiéndole la continuidad de una faena que no terminó de calar. Algún que otro buen natural y poco más. Unas bernardinas finales si la ayuda pusieron el fin a una lidia acabada de estocada.
El cuarto fue un buen novillo por nobleza y la calidad de sus embestidas. Con ganas de triunfo caminó el diestro de Madrid hacia la puerta de chiqueros, y de pie lo espero, casi en los medios, fijándolo en un lancear de capote en el que cabe destacar una larga a una mano con exquisito gusto. Después alcanzaron un cierto interés los trazos con la derecha. Aun así resultaron imprescindibles los muletazos templados, de muleta arrastra y rematados con gusto con pases por abajo. Fue faena de logros, a veces profunda y de una sobria intensidad en los pases de pecho. Bajó la calidad con la izquierda para epilogar con dos buenas tandas con la derecha. Con un pinchazo hondo lo finiquitó. La vuelta al ruedo fue premio menor.
El concepto de Samuel Navalón tiene clara voluntad clásica. Alcanzó momentos estimables con el quinto. Un buen novillo que embistió con nobleza a la telas. El valenciano toreó con expresividad con la mano derecha y fue capaz de resaltar el pulso y la ligazón con la izquierda. Toreó en redondos quedándose muy quieto, incluso se pasó de faena en un intento de exprimir la calidad de un animal que acabo descompuesto y huyendo a tablas. Con bernardinas finalizó la lidia y un pinchazo antes de la estocada le privó del apéndice.
Buenas embestidas le ofreció el segundo, un buen novillo al que le costó acoplarse. Demasiados enganchones durante una lidia en la que logró detalles de singular atractivo. Buen trazó en el natural dentro de una faena a la que le faltó continuidad. Dos pinchazos precedieron a la estocada.
Mariscal Ruiz, junto a sus dos compañeros, hizo la presentación con caballos en esta plaza, y tuvo la suerte esquiva con sus dos novillos. Al tercero no lo picó, y ni por esa acudió a las telas. La lidia transcurrió en un querer y no poder. El novillero de Mairena del Aljarafe, que ha acondicionado su toreo y lo ha pulido sin perder una pizca de garra, se vio impotente ante las dificultades que le plateó el utrero. Con una estocada lo mandó al desolladero.
Al sexto, lo banderilleó con facilidad igual que lo hizo con su primero, y poco más. No hubo forma de transformar en emotividad una lidia cansina, de querer y no conseguir nada a cambio. Las sosas acometidas del novillo no le permitieron mostrar la esencia de su toreo.