De buscar la comida en la calle a campeón del mundo de ajedrez: la historia irrepetible del genial Tigrán Petrosián

El prodigio que la Segunda Guerra Mundial pudo haber hecho que nos perdiéramos

Tigrán Petrosián.

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Tigrán Petrosián.

Fernando Díez

Publicado el - Actualizado

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Hacer de la defensa un arte, sobre el tablero y en la vida. Es un principio que Tigrán Petrosián elevó hasta el máximo cuando se convirtió en el noveno campeón del mundo de ajedrez. Pero eso es empezar por el final. La irrepetible historia -de superación- de este místico ajedrecista está terriblemente marcada por los primeros años de su vida.

En la Europa más convulsa que recordamos, también nacieron genios. El protagonista de esta historia lo hizo en 1929 en Tiflis, Georgia, cuando el país formaba, junto con Armenia y Azerbaiyán, la República Federativa Socialista Soviética de Transcaucasia. Fue una anexión no elegida. Los tres países fueron independientes, aunque por poco tiempo, antes de las invasiones del Ejército Rojo. Comenzaba a definirse el escenario político del viejo continente, que estaba por vivir los años más negros de su historia.

Soldados alemanes juegan al ajedrez durante la ocupación de Polonia en 1939.

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Soldados alemanes juegan al ajedrez durante la ocupación de Polonia en 1939.

una tragedia familiar

Tigrán Petrosián contaba 13 años cuando la Segunda Guerra Mundial le dejó huérfano de padre, madre y hermano mayor. Sin otra alternativa que trabajar para dar de comer al resto de sus hermanos, encontró un puesto de barrendero, aún en su ciudad natal. Una parte de su vida que, muchos años más tarde, relataba de la siguiente manera: "A los trece años empecé a trabajar barriendo calles en mitad del invierno. Era horrible, llegaba a odiarlo de verdad. Me puse enfermo y perdí un año de colegio. Fue una hermana de mi padre quien me salvó la vida, me daba pan para comer cuando estaba enfermo y hambriento. Fue entonces cuando empecé a sufrir los problemas de audición, pero no recuerdo cómo sucedió, todo lo relacionado con aquella época está borroso". Sin ser consciente, aquellos años forjaron a hierro en él las cualidades que le acompañarían el resto de sus días.

Para sentarse a jugar al ajedrez hay que disponer de piezas, un tablero de 64 casillas y, a poder ser, cierta estabilidad mental que permita combinar la concentración con la creatividad. No era difícil conseguir peones y alfiles en la Unión Soviética, que le daba más importancia al ajedrez que al resto de disciplinas, deportivas o no, en las que competía con otras potencias del mundo. Sin embargo, sus jugadores no tuvieron tan a mano la paz mental.

Bajo esas circunstancias, emergió el 'Tigre de Acero'. Petrosián se dio a conocer por primera vez en 1944, al coronarse campeón juvenil de la URRS antes, incluso, de que la tragedia familiar sufrida comenzara a cicatrizar. 

una trayectoria absolutamente excelsa

En 1947, tras cumplir la mayoría de edad, Petrosián se muda a Moscú, capital mundial, entonces y hoy, del ajedrez. Tardó cuatro años en convertirse en campeón de la ciudad y subcampeón de la URRS. Sus números como jugador asiduo de la Selección Soviética hablan por si solos. En las diez olimpiadas que disputó logró más de 15 medallas de oro entre participaciones en equipo e individuales, sumando 78 victorias, 50 tablas y una sola derrota.

1962 fue quizás el año cumbre de su carrera deportiva. Mijaíl Botvínnik, el patriarca del ajedrez soviético y campeón del mundo entonces, esperaba en la final al aspirante que consiguiera salir campeón del Torneo de Candidatos de la isla de Curazao, nación constituyente del Reino de los Países Bajos que se encuentra a tan solo 50 kilómetros de la costa venezolana. Fue uno de los más duros de la historia.

Confluían en la isla nada menos que Pal Benko, Miroslav Filip, Bobby Fischer, Efim Geller, Paul Keres, Viktor Korchnoi y Mijaíl Tal, aparte del 'Tigre de Acero'. Petrosián acabó el campeonato con más puntos y sería el nuevo aspirante al título mundial, no sin controversia. Aquel Torneo de Candidatos fue duramente criticado por el también futuro campeón del mundo Bobby Fischer, quien argüía, sin pruebas aunque no exento de lógica, que los jugadores soviéticos habían arreglado empates entre sí restándole a él posibilidades de ganar. 

Bobby Fischer (izq) se enfrenta a Tigrán Petrosián.

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Bobby Fischer (izq) se enfrenta a Tigrán Petrosián.

Tigrán Petrosián, haciendo gala de su capacidad para anticipar los movimientos de sus adversarios mejor que ningún otro jugador, venció a Botvínnik para convertirse en el noveno campeón del mundo de ajedrez, corona que sostuvo entre 1963 y 1969. 

un café con petrosián

Moscú, 1980. Llueve con fiereza en la calle cuando un hombre de corta estatura y gesto afable que ronda la cincuentena llega puntual a su cita en el café Kavkaz. Un empleado le sale al paso rápidamente, aunque le aborda a su espalda: "¿Desea tomar asiento el caballero?". 

No recibe respuesta. Su interlocutor si quiera se gira e ignora por completo la oferta del mesero, que no se da por vencido: "Disculpe, caballero, ¿le gustaría tomar asiento?". Por toda respuesta, el empleado encuentra la indiferencia.  

El recién llegado cierra ahora el paraguas, sin dejar de sonreír, mientras parece buscar en el paisaje de la cafetería una mesa vacía que ocupar. Mientras tanto, la paciencia del camarero se agota. Emprende este un último intento de llamar la atención del aspirante a cliente, atreviéndose a tocar su hombro. 

Ahora sí, quien acaba de entrar da media vuelta y pone toda su atención sobre el mesero, que le desliza, visiblemente borde, la misma propuesta: "¿Una mesa?". Acontece lo impensable. El recién llegado, sin inmutarse, no ofrece ninguna respuesta. Guarda silencio absoluto mientras, aún sonriente, sostiene la mirada del camarero. 

El empleado no da crédito. Hasta tres veces le han tomado por nadie y sus ojos, lentamente, toman la forma de cuchillos. El parroquiano, de repente, sin saber que estaba a punto de ser expulsado del local a patadas, se lleva la mano a una de sus orejas mientras parece manipular un aparato a su oreja apostado.

Ahora sí, ante la estupefacta mirada del empleado, que ya nota sudores, decide responder: "Disculpe mi sordera, buen hombre, ¿quería decirme algo?". 

un tigre filósofo

Aunque amante de la música clásica, sobre todo de la obra de Chaikovski y Wagner, el 'Tigre de Acero' padecía sordera. Su único aliado en esa batalla era un audífono que desconectaba para competir sobre el tablero, en busca del silencio y la concentración. 

Aparte de melómano, campeón del mundo de ajedrez y fotógrafo aficionado, Tigrán Petrosián era doctor en Filosofía, de ahí el café en su compañía. Si ya de por si es interesante hablar con un filósofo, como debe serlo si, además, es alguien con semejante historia tras de sí y campeón mundial del deporte mental por excelencia. La tesis de su doctorado, por cierto, fue titulada 'Algunos problemas de lógica en el análisis ajedrecístico'.

Quedan historias por contar sobre el 'Universo Petrosián'. De momento, cerramos el primer capítulo con una frase del campeón del mundo de ajedrez entre 1975 y 1985, Anatoly Karpov: "Petrosián no solo veía las amenazas inmediatas, sino que prevenía peligros que aún no existían".

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