El huevo frito perfecto y más limpio: el truco definitivo para que no salte el aceite

Todo pasa por utilizar la cantidad correcta de aceite para que el huevo frito no suponga un problema de limpieza

Un huevo frito

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Aunque el refrán "cuando seas padre, comerás huevos" sigue en el repertorio popular, la realidad es que los fritos son uno de los alimentos que más consumimos en el día a día en España sin necesidad de tener descendencia. Este plato es un habitual en las cocinas del país, pero siempre entraña un pequeño problema: el de la limpieza. Los pisos de estudiantes tienen los azulejos de sus cocinas manchas de aceite provocadas por la elaboración de este, para muchos, manjar que han sobrevivido a varios inquilinos.

Este alimento siempre se ha establecido como uno de los principales generadores de colesterol, algo que le ha hecho ganarse una mala fama. Aún así, tienen propiedades positivas. Un reciente estudio señala que los huevos, fritos especialmente, reducen las cifras de tensión arterial pudiendo resultar beneficiosos para el corazón. Evidentemente, siempre serán más saludables en forma de cocción.

Toda esta base saludable está en la clara del huevo. Esta parte del alimento contiene péptidos o fragmentos de proteínas que se encuentran inactivos mientras el alimento está crudo. Ante procesos como el de la cocción o la fritura, estos se liberan teniendo un efecto hipotensor similar al de los fármacos usados para tratar la hipertensión. Esto es lo que libera al alimento oval de su mala fama. No son malos para el colesterol hasta que se fríen.

El secreto antimanchas

Cuando alguien decide hacerse unos huevos fritos, la principal razón está en la poca dificultad de su elaboración. Aún así, hay detalles que cuidar para que el plato tenga una mayor calidad y, a la vez, no suponga un problema posterior con la limpieza. Lo más aconsejable es utilizar un aceite de oliva de sabor suave ya que uno más intenso acaba afectando al sabor. El de girasol debería ser siempre tu última opción ya que soporta peor las altas temperaturas.

En la cantidad está la siguiente clave. Lo ideal a la hora de añadir el aceite en la sartén es que haya la cantidad suficiente para cubrir todo el fondo. No hay que pasarse, ni quedarse corto. A partir de ahí, la temperatura debe subir. Habría que poner la sartén a fuego alto. Ahí existe el riesgo de pasarse. Los 180 grados son recomendables. Todo pasa porque el líquido elemento no llegue a echar humo. Te darás cuenta de que está listo porque observaremos que cada vez está menos espeso y porque empiezan a aparecer burbujas.

Una vez hemos comprobado que el aceite esté lo suficientemente caliente, solo queda cascar el huevo y colocar el contenido sobre la sartén. Lo habitual es que empiece una particular fiesta con el líquido que sale de la oliva saltando por todos lados. Para encontrar una solución hay que tener en cuenta que hay un elemento inevitable: la yema contiene agua. Al entrar en contacto con el aceite, esta se evapora y sale fuera.

Hay hasta tres trucos para conseguir remediar este efecto. Cuando el aceite esté caliente, justo antes de echar los huevos, añade una pizca de sal. De esta manera, los cocinarás de una manera más cómoda. Hay también quien hecha media cáscara para evitar que salte el aceite, sin retirarla hasta que terminas de freírlos. Otros también utilizan la harina, midiendo con la punta de un cuchillo la cantidad, para que tu cocina no se pringue al hacer este plato.

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