Una médico advierte sobre las consecuencias para tu salud si comes muy rápido: "Niveles elevados"
Estos comportamientos aumentan el riesgo de padecer un síndrome metabólico, preludio de determinadas enfermedades
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cada vez comemos más rápido, más apresurados, debido a la cantidad de actividades diarias a las que nos sometemos. Ya sean sociales o laborales, las actividades que realizamos con frecuencia no ayudan a mantener los tiempos que deberíamos respetar para nuestra ingesta diaria de comida.
Las consecuencias que tiene comer rápido, para nuestro cuerpo, pueden ser muy dañinas. Cuando comemos a una velocidad elevada, aumenta el riesgo de indigestión y malestar, las sensaciones de ardor, acidez, tripa hinchada o gases, entre otras.
Dos expertas han dado algunas claves en un artículo en el que hablan sobre este asunto.
Dos hormonas que se ven afectadas
Hay dos hormonas que se ven implicadas en el proceso digestivo.
La grelina es una hormona gástrica que se ocupa de regular el apetito y la homeostasis nutricional (que viene a ser el proceso fisiológico de obtención y almacenamiento de los nutrientes). Se conoce típicamente como la hormona reguladora del hambre.
La leptina, otra hormona implicada en este proceso, es la que se encarga de 'notificar' a nuestro cerebro que estamos saciados y podemos parar el proceso alimentario, por eso se le conoce como la hormona de la saciedad.
¿Y qué tiene que ver el hecho de comer rápido con estas dos hormonas?
La rapidez no es amiga de nuestro cuerpo
Pues bien, si comemos demasiado rápido, la grelina no es capaz de absorber todos los nutrientes que realmente necesitamos. Al reducirse el tiempo de masticado, los alimentos llegan al estómago casi enteros, lo que provoca a su vez la necesidad de fabricar más jugos gástricos. Esto aumenta el riesgo de sufrir sensación de ardor y de acidez.
Además, puede suceder que, a pesar de los jugos gástricos segregados en grandes cantidades en el interior del estómago, los alimentos pasen al intestino delgado sin estar tan digeridos como deberían.
Pero no sólo afecta a la grelina. Puesto que comemos demasiado rápido, a la leptina no le da tiempo a avisar al cerebro de que ya estamos saciados, lo que provoca que continuemos comiendo cuando realmente no lo necesitamos. Cuando se libera la leptina paramos de comer, debido a que funciona como supresor del apetito, pero esta hormona tarda alrededor de 20 minutos en enviar el mensaje de saciedad a nuestro cerebro.
Además, todos estos comportamientos aumentan el riesgo de padecer un síndrome metabólico, que según la Organización Mundial de la Salud “se caracteriza por la presencia de prediabetes en conjunción con otro factor de riesgo para enfermedad cardiovascular (CVD), como hipertensión, la obesidad parte superior del cuerpo o dislipidemia”. Este síndrome se conoce comúnmente como el causante de la famosa diabetes".
Además, los beneficios de comer más despacio son mucho mayores, ya que mejora la absorción de nutrientes y favorece la tranquilidad y el bienestar, disminuyendo drásticamente los síndromes hasta ahora mencionados.
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