Del Val: “Los padres de Julián no sabían que en el acto del 17-A unos cobardes groseros regoldaran sus gritos"
Habla el profesor de los insultos, gritos y demás propaganda de los independentistas en el homenaje a las víctimas de los atentados de Las Ramblas y Cambrils
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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en el homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas de Las Ramblas y Cambrils que se celebró en Barcelona con motivo del quinto aniversario y que los independentistas boicotearon con gritos, insultos y pancartas:
En las páginas de 'El Mundo', veo una fotografía de Julián, la fotografía de un niño de siete años que sonríe con alegre inocencia. Hoy tendría 12 años, pero murió en el atentado de Las Ramblas, y su madre y su padre viajaron a Barcelona para estar presente en el recuerdo a las víctimas de ese bárbaro asesinato, que se llevó por delante la vida de Julián y de otras quince personas. Pero esos padres no sabían que, cuando se inició el minuto de silencio para que ningún ruido perturbara la concentración en el recuerdo de su querido hijo, unos cobardes groseros regoldaran sus gritos, vomitaran sus pancartas, y convirtieran un acto de homenaje en un ultraje a los muertos, en un escupitajo a sus tumbas, en una burda y soez irreverencia, sólo al alcance del más patán de los cobardes.
Porque esos mismos cobardes son los que, hace cinco años, cuando el Rey, en representación de una España conmovida y solidaria con Cataluña, se trasladó en otro acto a Barcelona, se colocaron detrás del Rey para aprovechar la sangre de los muertos y que se vieran sus pancartas. Ayer, lo que vimos todos fue su zarpa rastrera y egoísta, su traición a cualquier cosa, y, por tanto, su traición al dolor y al luto de cualquier madre que haya perdido a su hijo. ¡Qué vergüenza!¡Qué indecencia! ¡Qué infamia! Como vergonzosa, indecente e infame, fue la huida de su líder, que traicionó a sus compañeros, tras el fallido golpe de Estado, diciéndoles que se verían al otro día en su despacho, cuando ya tenía preparado el coche en el que huiría.
Ese es uno de sus líderes, pero hay más, y la untuosa mierda de la traición se ha extendido hacia todos, y huele tan mal que ya hay alguno que empieza a querer escaparse. Estos son los traidores que llegaron a negociar con los servicios secretos de Putin, el que ha invadido Ucrania, y nos hubiera invadido a nosotros, de haber podido.
La fotografía de Julián descansa en el regazo de su madre. No la sostiene con las manos porque sus manos las tiene sobre el rostro para ocultar sus lágrimas, y a mí también me dan ganas de llorar, pero me las aguanto, porque las escasas fuerzas que tengo las debo emplear en denunciar, en señalar a estos traidores, a estos miserables que vomitan con fanatismo pancartas y mentiras sobre la tumba de un pobre niño de siete años.