ALMERÍA
Karl Denke, el caníbal de Münsterberg en la sección 'Psicópatas'
Denke comenzó a matar cuando tenía 39 años. Su primera víctima fue Emma Sander, de 25 años, en 1909.
Madrid - Publicado el
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Hoy la sección 'Psicópatas' de Diego Martínez en 'Herrera en COPE' trata la vida criminal de Karl Denke, asesino de varias personas, generalmente vagabundos o viajantes pobres, a los que mataba para poder comer su carne e incluso venderla presuntamente en el mercado semanal de Breslavia.
A los 25 años, comenzó una vida económicamente independiente, pues su padre murió y recibió suficiente dinero como herencia y pudo comprar un terreno, aunque le fue mal en su intento por ejercer la agricultura y tuvo que venderlo, consiguiendo con esa venta un capital suficiente para adquirir una casa en lo que ahora es la Calle Stawowa, en Ziebice.
Denke comenzó a matar cuando tenía 39 años. Su primera víctima fue Emma Sander, de 25 años, en 1909. No obstante, fue entre 1921 y 1924, tras la Primera Guerra Mundial, cuando asesinó a la mayoría de sus víctimas. Para entonces ya tenía 51 años y en unas hojas anotó los nombres de los muertos, las fechas de los asesinatos y el peso de los cuerpos, todo en el contexto de un macabro plan para vender su sabroso escabeche de cerdo y demás productos, muy elogiados por la población.
El 23 de diciembre de 1924, el cochero Gabriel, inquilino de Karl Denke, escuchó gritos pidiendo auxilio, provenientes de la planta baja. Temeroso de que Karl se hubiese herido, bajó corriendo a ayudar, pero no encontró a Karl, sino a un joven que avanzaba tambaleándose en medio del pasillo, con el rostro cubierto de sangre, que presentaba varios agujeros en el cráneo. El joven se le acercó y le dijo que “Papá Denke” lo había atacado con un pico.
Gabriel pudo ayudar al joven, un vagabundo llamado Vincenz Oliver. Lo llevó a la policía. Allí, el indigente contó a los impresionados policías todos los horrores vividos. Ellos se resistían a creer que Karl fuese capaz de tales atrocidades pero, por la insistencia de Vincenz, terminaron pensando que aquello era posible y detuvieron a Denke, quien alegó que sólo estaba defendiendo su propiedad de un ladrón. Lo dejaron detenido mientras conseguían una orden para revisar su casa.
Denke sabía que estaba perdido. Antes de que los restos humanos guardados en su domicilio lo hundiesen, la misma noche de su detención decidió matarse. Un guardia encontró su cadáver dentro de la celda. Se había ahorcado con una soga hecha con un pañuelo. Había preferido morir antes que afrontar la vergüenza y el rechazo público.