El amor-odio del filósofo Séneca por la primitiva versión del fútbol que se jugaba en Roma en el siglo I

El ilustre pensador cordobés dejó constancia de la práctica del harpastum en una de sus epístolas y en su libro “De los beneficios”

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La relación de amor-odio de Séneca con el juego de pelota del siglo I

Toni Cruz González

Córdoba - Publicado el - Actualizado

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La figura de Lucio Anneo Séneca (Córdoba, 4 a.C.-Roma 65 d.C.) es probablemente la que mejor ejemplifica la grandeza de la Colonia Patricia Corduba que fue capital de la Bética y que competía en esplendor con las más importantes urbes de la civilización romana.

Hijo, al parecer, de un rico terrateniente que hizo fortuna exportando aceite, Séneca superó en fama a su progenitor como orador, político, filósofo y escritor. La historia le ha encuadrado como uno de los más preclaros pensadores estoicos a la altura de Epícteto y Marco Aurelio.

Pues bien, Séneca conoció -como hizo muchos siglos más tarde otro filósofo como Camus- todo lo bueno y lo malo de la vida a través de un juego de pelota. En el siglo I era muy popular en Roma el harpastum, que era un juego de pelota que se inventaron las legiones romanas acuarteladas en -curioso- Britania inspirándose en el episkuron griego. Tenía poco que ver con el fútbol actual, pero sí que se emparenta con el rugby y también con el calcio storico fiorentino, del que todavía se pueden ver exhibiciones en la Toscana. El objetivo de ese deporte era entrenar a las tropas y las reglas, bastante simples: únicamente llevar la pelota a la otra parte de un campo rectangular usando cualquier método menos matar al rival (parece lógico). Los equipos, en su origen militar, los formaban los oficiales contra los militares rasos.

El periodista y doctor en Literatura por la Universidad de Salamanca David García Cames explica en su “La jugada de todos los tiempos. Fútbol, mito y literatura” que Séneca subraya las pasiones que este juego de pelota generaba en los romanos en su epístola 80. En ella cuenta: “Hoy dispongo de tiempo para mi estudio, no tanto gracias a mí, cuanto al espectáculo que concentró todos los importunos en una competición de pelota”. Competición que, concreta, se trataba de un juego de sphairomakhía (no se sabe exactamente de qué se trataba, pero la etimología parece clara). De esas palabras se desprende, y así lo entiende García Cames, que a Séneca ese deporte no le hacía demasiada gracia, pero resalta el doctor que “en un fragmento de “De los Beneficios” destaca, por el contrario, sus numerosas virtudes como ejercicio gimnástico”.

Séneca no fue el único pensador clásico en abordar temas de pelotas -Galeno escribió un tratado Sobre los ejercicios con pelota pequeña y Marcial y Ovidio también mencionan esta práctica en sus escritos-, pero sí que es el único filósofo que da nombre a un equipo de fútbol: el Atlético Séneca en nuestra capital.

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