Jordi Savall ofrece en el Patio de los Arrayanes un concierto magistral

Foto: Festival de Granada – Fermín Rodríguez

El próximo uno de agosto Jordi Savall cumplirá ochenta años. Una manera extraordinaria de celebrarlo son los dos conciertos que ha programado en el Festival de Granada. El primero ha tenido lugar este lunes en el Patio de los Arrayanes o del Alcázar, como lo llamaron en sus textos algunos poetas de la Alhambra y se ha descubierto en traducciones dadas a conocer hacer un par de años. El segundo será en la víspera de su cumpleaños, donde actuará con Les Concert des Nations. Ayer lo hizo junto al excepcional percusionista Pedro Esteban, uno de sus colaboradores más icónicos.

Savall es habitual en las programaciones del Festival de Granada, de manera especial durante las últimas ediciones, donde nos ha ofrecido magníficos recitales. Se trata de un intérprete que ocupa, por méritos propios, un espacio habitual en esta cita y que contribuye a darle un relieve destacado. Para su concierto de anoche eligió un recital que tiene como título Occidente- Diálogo de las almas y como subtítulo Diálogo de las músicas cristianas, judías y musulmanas en torno al Mediterráneo. Esta nomenclatura es un fiel reflejo de lo que pudimos escuchar y ver, porque un espectáculo en este recinto de la Alhambra, se traduce también en un acontecimiento para la vista.

Dividió su actuación en tres partes En la primera hizo sonar el rebab, interpretando un instrumento original del XIV, con el que nos trajo sonidos de la música antigua de caracteres bereberes, bizantinos, castellano leoneses, sefardíes, armenios e italianos. Con la viola de gamba, también un instrumento pretérito, fechado en torno a 1.500, nos llevó desde nuevo al sonido sefardí, en este caso proveniente de Sarajevo y Jerusalén, una danza de Afganistán, músicas de Estambul, Siria o de nuevo Armenia. Concluyó tañendo con un rabel que se realizó alrededor de 1450 y nos volvió a llevar por paisajes similares. Incluyó al final una suerte de explicación didáctica sobre cada uno de los tres instrumentos que utilizó, con indicaciones sobre la forma en la que ha reconstruido la música de hace siglos, buscando la mayor fidelidad posible.

La calidad interpretativa de Jordi Savall y de Pedro Esteban, volvió a acreditarse como virtuosa y de un gusto extraordinario en su desarrollo. Fue uno de los momentos mágicos del 70 Festival de Granada.