Adviento

"Parece que ganamos la batalla a esa estúpida tentativa de algunos sectores laicistas, de suprimir esos adornos o de reconvertirlos, para eliminar de nuestras vidas a Dios"

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Este pasado domingo, comenzábamos el tiempo de Adviento, que nos invita a prepararnos para la Navidad, para el nacimiento del Niño Jesús, nuestro Redentor. Los católicos, empezamos el nuevo año litúrgico, que afrontamos llenos de Esperanza en el futuro, confiando en que Dios viene a nosotros para salvarnos.

Es un tiempo de Esperanza y de alegría. Puede que sea, al menos para mi, la época más bonita del año. El frío propio de estas fechas, nos invita a juntarnos al calor de una chimenea, a disfrutar de unas castañas asadas, o de una buena tostá con aceite y sardinas o caballas, que pocas cosas hay más ricas y sencillas.

En estos días, empezaremos a adornar nuestros hogares, a poner el Nacimiento y el árbol de Navidad. Sacaremos de sus armarios las cajas en las que guardamos esas figuras tan entrañables que pueblan nuestros Nacimientos: los pastorcillos cuidando de sus ovejas y el Ángel que anuncia la buena Nueva, el posadero, la panadera, los aguadores, el tendero que ofrece sus ricas viandas, los Reyes magos… y el portal de Belén, con la mula y el buey, San José, la Virgen y el pesebre, todavía cubierto con un fino pañuelo de encaje, que descubriremos, para ver y adorar al Niño Jesús, el día de Nochebuena, mientras cantamos villancicos.

En estos días, todavía casi de tapadillo, porque no estamos ni en la Inmaculada y se antoja un poco pronto, algún trozo de turrón puede que caiga, o un buen mantecado de Estepa, y desde luego, como hay que colaborar con ellas, nos sacrificaremos tomando algún dulce de los que hacen las monjitas de clausura, como esas yemitas de San Leandro, ante las que hay que quitarse el sobrero…

Las calles de nuestros pueblo y ciudades, se iluminan y empiezan a lucir los adornos propios navideños, que son un maravilloso espectáculo para nuestros sentidos. Es una maravilla, disfrutar de nuestras ciudades en estas fechas: Huelva, Sevilla, Málaga…. Se nos muestran estos días bellísimas, y resulta obligado dar una vuelta por sus calles y plazas. Y en Madrid, por primera vez en muchos años, vemos en la Plaza de España, un precioso árbol de Navidad de los de verdad, uno natural, como los que se ven en todas las grandes ciudades de Europa. Y hasta me gustan las exageraciones de Abel Caballero, el alcalde de Vigo….

Incluso otra de las tradiciones muy propias de este tiempo de Adviento, de las que siempre he sido un fervoroso entusiasta, habiendo visitado muchos de ellos, como son los mercadillos navideños, muy propios de Alemania y de otros países y regiones centroeuropeas, parece que también se abre paso en España, y hasta en Almonte, mi pueblo, el Ayuntamiento ha tenido la magnífica idea de instalar uno en el chaparral, que hará seguro las delicias de pequeños y mayores.

De todo ello me alegro enormemente, y entre otras cosas, porque afortunadamente, parece que ganamos la batalla a esa estúpida tentativa de algunos sectores laicistas, de suprimir esos adornos o de reconvertirlos, para eliminar de nuestras vidas todo aquello que haga presente a Dios en nuestras vidas, que nos recuerde el verdadero sentido de aquello que vamos a celebrar dentro de un mes, la Navidad, el nacimiento del Niño Jesús.

Así pues, disfrutemos del Adviento. Mientras cantamos y oramos diciendo “Ven Señor no tardes”, preparémonos para recibir al Niño Jesús. Que sea éste un tiempo fructífero, que nos lleve a sentir y testimoniar que Dios nace de verdad en nuestros corazones.

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