"La hermana cantora"

por Pedro Rodríguez

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Pedro Rodríguez González

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El convento de las Hermanas de la Cruz, en la Plaza Niña, se ha quedado mudo, porque la preciosa y suave voz de la Hermana cantora se ha callado para siempre.

Ayer, a las doce del mediodía, recibió sepultura el cuerpo de la “santa cantora” de las Hermanas de la Cruz, en el cementerio onubense.

Ya nada será igual, en la puerta del convento, al llegar las Hermandades.

Ya no se podrá escuchar la Salve o el Ave Maria, cantada por la Hermana Isabel, en un tono bajo, envolvente y angelical.

Ya no veremos a esta mujer alta, con gafas y sonrisa permanente, acoger a las forasteros con el cariño y el afecto de un alma de Dios (imagen).

Isabel, si los estatutos se lo hubieran permitido, habría estado conmigo, en el año 2000 en la Plaza de las Monjas, como madrina de la coronación de la Virgen de la Esperanza (año 2000), de la cual fui padrino, y tuve el honor de representar a la ciudad de Huelva.

Por lo tanto, se ha muerto quien pudo ser mi compañera, a la hora de llevar al altar la corona de la Esperanza marinera, en uno de los acontecimientos más grande visto y vivido en mis veinte años de alcalde.

“A LA CASA DEL PADRE”

La Compañía de las Hermanas de la Cruz, es una de las instituciónes más querida por los onubenses, desde su llegada a Huelva.

Siendo niño, recuerdo ver a las “monjitas” (como le llamábamos), entrar en el corazón de los barrios más pobres de Huelva....

Iban en pareja, tal como siguen haciendo hoy. Una habla y otra escucha con profunda humildad.

Siempre vestían el mismo hábito marrón, negro y blanco, con una gran cruz en su pecho, fuera verano o invierno.

Seguían, a raja tabla, las enseñanzas de Sor Angela de la Cruz (Santa Angela): vivir en pobreza, fidelidad, humildad, fe y austeridad su amor a Dios a través de los enfermos y de los pobres.

Nuestra “santa hermana cantora”, era una mujer excepcional, con una vida llena de renuncias y sacrificios.

Tal vez no haya realizado obras extraordinarias, pero en su vida ha hecho mucho bien, y todo por amor a Dios.

Ella, ha entregado su vida a cantar y a caminar, sobre sencillas sandalias, por las “calles de la Amargura” de Huelva, y, como Simon de Cirine hizo con Jesús, ha ayudado a llevar la cruz de las enfermedades, el abandono, el paro, la Soledad, la pobreza o la marginación de muchas personas.

Santa Angela explicaba que: “No hay nadie que viva sin cruz, y el que huya de una encontrará otra mayor”.

La Hermana Isabel ya ha terminado su vida por las calles de la pasión de los más necesitados, camino del Monte Calvario.

A esta hora, las puertas del convento están cerradas. Dentro no se escucha ni un alma. En los árboles de la Plaza Niña hay un revuelo de palomas. En las casas de muchas personas que viven solas o están enfermas se escuchan los llantos de dolor por la muerte de la Hermana Isabel.

Ella, nos ha dicho adiós y se ha marchado a la casa del Padre, con la esperanza de vivir una vida eterna con Él.

¿Hay quién tiene alguna duda...?

¡BUENOS DÍAS!.

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