"El infierno son los otros"

por Pedro Rodríguez

Rodri

Pedro Rodríguez González

Publicado el - Actualizado

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El viernes pasado, un amigo, me decía: “¡Qué bien hablas por la tele!. Yo seria incapaz de hacerlo…”

Le respondí que no estaba de acuerdo. Qué él también podía hacerlo, pues, por teléfono, era muy ameno y natural.

“¡Ya!, pero tengo mucho sentido del ridículo y eso no me ayuda…” -se lamentaba-.

Le quité importancia a lo del ridiculo, diciéndole que es un problema común y que se puede superar hablando y hablando.

“¿Sabes que me pasó un día?” -me dijo- ¿Qué te ocurrió?. “Pues, que me hicieron una entrevista en la radio y me pusieron unos cascos. Al escucharme la voz me dije: “¿Este soy yo?. ¿Así hablo…? .

No me gustaba nada, me escuchaba muy raro. Me puse nervioso y era incapaz de pronunciar una palabra”.

Para animarlo, le comenté que al igual que lo del sentido del ridículo, la mayoría de las personas encuentran “extraña” su propia voz cuando se escuchan en una grabación.

De la misma manera que muchas personas no se gustan al verse en las fotografías, porque tienen una visión diferente de si mismas.

Algo normal, dado que nos oímos desde dentro, lo que modifica la percepción del sonido, y la imagen que nos devuelve el espejo (donde nos miramos) invierte nuestros rasgos físicos.

“¡QUÉ PERSONA TAN PESADA!”

Sobre este punto, el viernes, dos horas después de hablar por teléfono con mi amigo, vivimos una experiencia que viene al caso.

Ibamos por el Paseo de la Ría cuando nos encontramos con una amiga con fama de tener mucha conversación.

Cuando estábamos a punto de “cortar” para seguir el camino, se acercó otra persona, más locuaz todavía, y enseguida tomó el protagonismo, a base de contar una y otra anécdota.

Yo observaba el rostro de mi amiga, que parecía muy enfadada con quien se había entrometido en nuestra conversación.

Cuando ésta se marchó, mi amiga, la de la fama de “rollista”, exclamó: ¡Qué persona tan pesada!.

El comentario nos sorprendió mucho, pues era exactamente lo que muchos podían decir de ella, lo que nos llevó a pensar en la célebre máxima de Sartre: “El infierno son los otros”.

En términos prácticos, el descubrimiento de la mañana del viernes, se podría resumir asimismo en una frase: “Observa lo que te molesta en los demás, porque probablemente hable de ti”.

“El infierno son los otros”. En este caso, la mirada y la palabra entrometida, de quien tanto incomodó y disjustó a mi amiga. ¡BUENOS DÍAS!

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