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El fin de semana ha sido una fiesta en España. Los españoles, que llevamos confinados 50 días, nos hemos echado a la calle a disfrutar del aire libre y a recorrer nuestros lugares preferidos.
Ayer salí con Carmen a pasear y a reencontrarnos con el Palacio de los Atardeceres, igual de esplendoroso que antes de la pandemia,
“Cada problema tiene en sus manos un regalo para ti” -escribía Richard Bach- Para nosotros, la libertad de ayer fue un regalo, que nos hizo mucho bien.
Hoy, comienza la desescalada, con la apertura de miles de pequeños comercios en toda España.
Un extraordinario reto para quienes abren sus negocios, después de dos meses cerrados, entre la ilusión, el miedo y la incertidumbre...
Sobre la oportunidad de la desescalada hay división de opiniones. Están quienes la consideran acertada pues la economía no podía estar más tiempo paralizada, porque nos mataría el virus del paro... Y los que, en cambio, la consideran precipitada y prefieren que el gobierno hubiera esperado al día del caso cero de contagio.
Otros, más previsores no entienden que se abran las puertas sin haber hecho los test masivos previos a la población.
En este sentido, esta mañana, un periodista hacía la siguiente reflexión: “Nos encerraron a todos sin saber cuantos estábamos contagiados y a cuantos podríamos contagiar, para intentar tapar el agujero que ellos generaron, al permitir un contagio masivo (8 de marzo) y que otros países si fueron capaces de contener...”
“Y ahora, sin haber hecho todavía los test, nos sueltan a la calle, cuando el gobierno sabe que la pandemia está más contenida de lo que nos dicen, porque quiere jugar con nuestro miedo...”
El periodista también cree “que la gente vive atemorizada y no sabe si habrá o no rebrotes. Pero, si los hubiera, seguro que el gobierno le echará la culpa a la gente por haberse “portado mal” en sus salidas, y a la oposición si no le renueva el Estado de Alarma...”.
Sea lo que sea, ha comenzado la desescalada en medio de un caos de cifras de muertes, contagios y curaciones.
El caos es un orden sin descifrar. Por mucho que lo intente conseguir, cada día, en la tele de la Moncloa el “Hombre del Chaleco”.
Sin tests masivos, y en la calle, sólo nos queda andar, correr, andar hacia adelante. No mirar hacia atrás, para no convertirnos en sal. Borrar la memoria. Inhibiremos del miedo y caminar.
A mi, ayer, me esperaba el atardecer, para recordarme que incluso la noche más oscura siempre termina con la salida del sol. ¡BUENOS DÍAS!