Madrid - Publicado el - Actualizado
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Es época de exámenes. Mis alumnos de 2º de bachillerato han acabado la selectividad. Aunque comentan que les ha ido bien, aguardan nerviosos. Están seguros todos ellos de haber aprobado, pero muchos tienen la incertidumbre de si les llegará la nota para la carrera deseada.
Algunos compañeros del Instituto hicieron la primera parte de las oposiciones este domingo. Han vuelto contando si les ha salido uno de los temas preferidos o las tres bolas les han sido esquivas. Parecen liberados. Lo que tenga que ser ya está escrito en los folios que entregaron. Aguardar la calificación no puede ser peor que el agotamiento de tantas noches de estudio compaginadas con el trabajo del Instituto: preparar clases, corregir trabajos…
Sin que su trascendencia sea la misma ambas pruebas tienen aspectos comunes. Este año curiosamente, además, en las dos ha habido errores en las preguntas. En el examen de latín cambiaron un término. Peccata minuta. Pero de las oposiciones hay quejas muy graves. Un tribunal de inglés confundió el número con el temacorrespondiente. Cuando ya se llevaba un buen rato de examen, se percataron de que las preguntas de Lengua Española incorporaban varios errores en el enunciado. Los opositores se lamentan con razón. Hay mucho esfuerzo detrás para que se produzcan estas faltas.
Lo cual no deja de ser un síntoma evidente de que el sistema no funciona. Las oposiciones de acceso a la enseñanza tal y como están concebidas no sirven. Todas ellas enteras son un fiasco. Los tribunales se eligen por sorteo sin que eso presuponga la capacitación de los jueces. El procedimiento selecciona, en todo caso, a los que demuestran un mejor conocimiento de la materia o pactan con la suerte mejor azar en el sorteo de los temas. Pero no miden la capacidad pedagógica ni las aptitudes humanas y sociales para ser un buen profesor. Lo peor del caso es que, una vez aprobada la oposición,el puesto se convierte en vitalicio sin que haya forma divina de que alguien sea apartado de la docencia por muy nefasto que sea su trabajo.
Es lógico que en los exámenes de las oposiciones haya habido errores. Todo el proceso es un sinsentido. Apelarán a que es el menos malo de los sistemas. ¡Tiempo hemos tenido tiempo para cambiarlo! Mientras tanto, he aquí una de las causas de que languidezca la educación y con ella la sociedad.
Palabras, divinas palabras.