Madrid - Publicado el - Actualizado
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El ideal de hombre perfecto en la antigua Grecia (“bello y bueno”) continúa hasta nuestros días con la expresión de Juvenal: “mens sana in corpore sano”. El deporte surgió entonces como un signo de civilización, contrario a la inexistencia de normas en la guerra. A la vez, implicaba una manifestación de ciudadanía, por su importante dimensión política y social; incluso comportaba un aspecto esencial en la educación de los jóvenes. Para realzar aún más su importancia, poseía una fuerte componente religiosa: se ofrecía a los dioses y difuntos el vigor físico de los vivos.
El deporte rey lo representaba las carreras de cuadrigas, en las que al parecer participó Alejandro; y en la escuela la lucha deportiva era una disciplina obligatoria, al reunir inteligencia, estrategia y destreza. Los Juegos de Olimpia, cuya tradición continúa hasta nuestros días con las olimpiadas, presentaban un carácter individual. La carrera de Filípides desde Maratón a Atenas para anunciar la victoria sobre los persas, de 42 kilómetros y 192 metros, rememora aquel acontecimiento. El deporte representa una metáfora de la vida, de ahí el término griego atleta (el que compite por un premio). El fútbol —ocio y negocio (también profesión)— constituye el deporte de masas por antonomasia. Las competiciones europeas (la Liga, la Serie A, la Premier, la Bundesliga…) reflejan una sociedad globalizada; la tentativa frustrada de la “Superliga” promovida por Florentino, acabará por imponerse como la genialidad de Bernabéu (6 Copas de Europa) en este torneo.
La reciente final de la Champions enfrentó a dos equipos británicos: el del ruso Abramovich contra el grupo inversor del Estado de Emiratos Árabes. En contra de los pronósticos se alzó con la “Orejona” la apuesta por el fútbol velocidad del Chelsea, del estratégico Tuchel, frente al periclitado “tiqui-taca” del Manchester City de Guardiola. Unos días antes finalizaba la reñida Liga “Santander”, con suspense hasta la última jornada. De entre los dos contendientes madrileños al título, la suerte se inclinó por la otrora formación de la ribera del Manzanares; aunque fue encomiable la persecución del equipo de Chamartín, con la plaga de lesiones y los arbitrajes asistentes de vídeo o VAR. La crisis económica por la pandemia se ha visto reflejada en una reducción considerable de los presupuestos de los clubes y, por tanto, de los fichajes. Para ganar hay que invertir en jugadores de calidad; el mercado establece que los servicios de Mbappé o Haalland, los nuevos Messi y Cristiano Ronaldo, nos sitúan en cantidades a partir de cien millones de euros. El acierto de un proyecto deportivo depende de conjugar distintos factores, entre ellos la suerte; aunque, como la inspiración, es mejor que te coja trabajando. A los clubes y sociedades anónimas no les queda más remedio que equilibrar con ventas y compras la masa salarial de los deportistas. La piedra de bóveda de la dirección deportiva comienza por acertar en el líder del proyecto; aspecto nada sencillo, a juzgar por las numerosas destituciones durante la temporada. Más difícil todavía lo tienen los grandes, a quienes solo les vale, en expresión de Aragonés: ganar y ganar y volver a ganar.
En el caso de Zidane, que ha logrado el inigualable éxito de tres Champions seguidas para el Real Madrid (las Ligas merecen otra consideración), el éxito ha radicado en el factor humano. Hay que reconocerle —pese a sus tres espantadas— que ha sabido gestionar con brillantez un vestuario tan complejo y repleto de figuras; incluso en esta última temporada, sin refuerzos y con contratiempos. De ahí la relación amistosa con el “presi”, que le permitió volver a entrenar pese a los desplantes. La presión a la que están sometidos los entrenadores guarda relación con sus nada desdeñables emolumentos; que se lo digan a los contrincantes deportivos como Koeman o Simeone.
Sin embargo, el correcto marsellés se ha equivocado en su carta de despedida; y es que “Roma no paga traidores” ni desagradecidos, ni siquiera a Ramos. Pero a rey muerto, rey puesto; el club más laureado del mundo ha reaccionado fichando al artífice de la Décima, al bueno de Ancelotti —Raúl está preparado—, aunque la vuelta de Mourinho, contratado en el Calcio, hubiera generado morbo. Con este apasionante deporte nos esperan muchas conversaciones, sueños y alegrías.