¿El enamoramiento tiene fecha de caducidad?
Las famosas mariposas no viven en el estomago eternamente, pero mantenerlas un largo periodo de tiempo está en nuestras manos
Sevilla - Publicado el - Actualizado
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En una entrevista, el cantante Dani Martín hablaba de su concepto de amor como “una montaña rusa” en la que necesitaba estar constantemente sobre la curva más alta porque “para estar y no sentir eso, es mejor ser sincero y no estar”.
El psicólogo Esteban Cañamares ha afirmado recientemente en un medio de comunicación que el enamoramiento pertenece a un periodo de tiempo con fecha de caducidad variable que provoca en las personas “un estado de enajenación mental transitoria que ojalá todos podamos vivir al menos una vez en nuestra vida, aunque luego venga la desilusión”.
Sin embargo, sentir o no esas famosas mariposas no es ni mucho menos obligatorio y, por supuesto, nada tiene que ver con querer compartir nuestras vidas con la persona que consideramos indicada. De hecho, llegados a este punto es importante señalar que lo comentado se trata de una fase del amor y no del amor en sí mismo.
Así, en la etapa de enamoramiento predominan la pasión, el sentimiento de que la otra persona nos colma de felicidad y la divinización de la persona que nos acompaña. Una vez pasado este momento, se entiende que las parejas que continuan con su relación se encuentran en la fase amorosa, donde empieza el conocimiento real de las virtudes y defectos y toca empezar a luchar por mantener la relación, juntos.
MANTENER VIVA LA LLAMA
Para mantener viva la llama del amor una vez pasada la fase de enamoramiento se nos ofrece dos secretos importantes. Por un lado, tener una meta en común, un proyecto que nos una como pareja: formar una familia, adoptar una mascota, crear una empresa, hacer un gran viaje, vivir en la casa que siempre hemos soñado, etc.
Por otro, y siempre entendiendo esto sin llegar al extremo de los celos (porque no traen nada bueno en una relación), es positivo tener de alguna manera el “miedo al tercero”. Algo que, aunque en su definición más pura tiene cierto carácter enfermizo, consiste en no olvidar que ni nosotros ni nuestras parejas somos una propiedad y que, por supuesto, estar en pareja no significa dejar de ser atractivo o atractiva y deseable para otras personas. En otras palabras, cuidar de nosotros mismos, de nuestra pareja y del núcleo común.
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