Independizarse en España a los 30, un sueño lejano para jóvenes como Rafa: “Es frustrante”

Se llama Rafa y tiene 30 años. A su edad, hace otros 30 años, la mayoría de los jóvenes ya estaban casados, tenían vivienda propia, un trabajo con sueldo fijo y hasta algún hijo.

Pero Rafa forma parte de la generación que más tarde se marcha del hogar familiar. De hecho, la edad de emancipación de los jóvenes en España aumentó medio año en 2022 y alcanzó los 30,3 años de media, según Eurostat.

Rafa ha llegado a probar la experiencia de emanciparse, pero ha tenido que dar marcha atrás y volver a vivir en casa de sus padres. Es lo que se ha dado en llamar Generación 'Boomerang', jóvenes que han dejado el nido familiar, pero que se han visto obligados a regresar porque no pueden hacer frente a los gastos.

Su historia es la de tantos jóvenes y no tan jóvenes que viven en una gran ciudad y pasan auténticas dificultades para encontrar piso. En su caso, Sevilla.

Objetivo buscar piso: Un proceso complicado en el que "te decepcionas"

Lo primero al ponerse manos a la obra es buscar en qué zona vivir. Rafa eligió Triana por cercanía a su trabajo, para evitar tener que desplazarse en coche.

En ese barrio de Sevilla, el anuncio más barato en un portal en Internet es de un estudio en un “coliving” que cuesta 650 euros al mes. Y el piso más barato, de dos habitaciones y 53 metros cuadrados, tiene un precio de 680 euros.

La vivienda más cara es un inmueble de lujo, de 120 metros cuadrados, dos habitaciones, vistas al río Guadalquivir y un precio de 2.500 euros al mes.

Con este rango de precios, jóvenes como Rafa han empezado a plantearse la vida de otra manera. Pasan de casa de sus padres a un piso compartido con amigos o bien con desconocidos, que no pueden pagar solos el alquiler o la hipoteca y optan por esta fórmula ofreciendo alguna habitación de su vivienda.

Esa ha sido precisamente la experiencia de este joven sevillano, que ha explicado que “hay unos alquileres muy buenos, pero inalcanzables, y el resto de viviendas a las que pude acceder eran compartidas”. Pero eso no significa que fueran baratas: “tener tu propia habitación y usar las zonas comunes compartidas, me costaba 400 euros”.

Además, según Rafa, lo que se ha encontrado en el mercado es una oferta de “pisos con muchos años de construcción, desfasados”, además de “muchos requisitos para poder alquilar, muchas garantías para el casero y poca reciprocidad hacia el inquilino”.

La búsqueda en sí ya es complicada y, como explica este joven, “te decepcionas, porque buscas tu progreso personal y el avance en tu vida, pero te frustras viendo lo que hay”.

Es la pescadilla que se muerde la cola. Se unen el alto “precio del alquiler de la vivienda, los sueldos ínfimos, las condiciones laborales” y todo eso implica que solo “puedas tener la vida justa o ni siquiera puedas llegar a ella”.

En el caso de Rafa, el resultado ha sido que después del año de experiencia de vivir de manera independiente, compartiendo piso, ha tenido que volver a casa de sus padres porque no llega a fin de mes.

Dice que volverá a intentarlo, aunque tiene pocas esperanzas en que la situación del mercado inmobiliario cambie a corto plazo como para permitirle volver a marcharse de casa y vivir como vivían sus padres a su edad, con su propia casa, su propio sueldo y hasta con hijos.