Paulino Rivero y el inexorable camino hacia la dimisión

Paulino Rivero medita seriamente su futuro al frente del CD Tenerife. Aunque lo de al frente, claro, tiene más que ver con su cargo de presidente que con su margen de maniobra real. Y es que el acuerdo de sindicación de acciones cuyo contenido, entre otros medios desgrana Cope Tenerife estos días, confirma sus limitaciones.

En el texto se refleja que serán los vendedores (Miguel Concepción, Amid Achi y Conrado González) quienes elijan al presidente. Pero también se deja claro que este “asumirá una función representativa e institucional, sin poder desempeñar funciones ejecutivas, salvo que le sean circunstancialmente encomendadas por el consejo de administración”.

Rivero, por tanto, jamás tuvo poder de decisión en los dos grandes apartados de una SAD: el económico y el deportivo. Para ellos, el sindicado de acciones reservó todo el poder a dos representantes de José Miguel Garrido: Santiago Pozas y Juan Guerrero. Estos cuentan con absoluta independencia. Solo se deben a su jefe.

El papel de dique de contención que Concepción y sus socios atribuyeron al expresidente del Gobierno de Canarias nunca fue realizable. Durante los primeros meses, Rivero centró sus esfuerzos en el apartado social e intentó velar por la buena relación entre las partes que conformaban la gestión directa del Tenerife.

Pero la deriva de Garrido en estos últimos meses le han colocado en una situación difícil. El dirigente natural de El Sauzal ya manifestó públicamente que la fórmula “no funcionaba”. También ha querido poner coto a los excesos de Guerrero. Pero su margen de acción es escaso.

Cercado por las críticas y fracasada hasta ahora su intermediación para que Rayco García comprara las acciones de Garrido, a Rivero solo le queda la puerta de salida. El día 17, en la junta, reaparecerá ante los medios de comunicación. Sin conceder entrevistas, el todavía presidente del Tenerife ha intentado aislarse de una quema que va a arrasar con parte de su prestigio.