RELIGIÓN

"Dios nos ha resucitado con Cristo": el mensaje de Pascua del obispo de Tenerife

"Para que el mundo crea que Jesús ha resucitado, nuestro corazón, nuestros pensamientos y nuestras obras tienen que ser las de Jesucristo"

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Mensaje de Pascua de Bernardo Álvarez, obispo de Tenerife

Redacción COPE Tenerife

Tenerife - Publicado el - Actualizado

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El obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez, ha enviado su tradicional mensaje de Pascua de Resurrección a todos los diocesanos:

«Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo; nos ha resucitado con Cristo Jesús» (Ef. 2,4-6).

Hermanos y amigos: ¡FELIZ PASCUA!

La palabra “Pascua” significa “paso del Señor”. Los israelitas celebraban la Pascua para conmemorar en paso de la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra prometida. Todo ello gracias al poder de Dios. Eso fue lo que celebró Jesús con los apóstoles en la Última Cena.

Nosotros celebramos en la Pascua el paso de Cristo de la muerte a la vida. Por eso decimos: ¡Feliz Pascua de Resurrección! La certeza que Cristo, resucitado de entre los muertos, vive y camina con nosotros, nos llena de paz y alegría, pues, en su resurrección, hemos resucitado todos: «Quien está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo (2Cor. 5,17)».

Por eso, como san Pablo en la carta a los Colosenses, podemos decir: «Damos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados». Aquí está expresado el efecto saludable de la resurrección en cada uno de nosotros.

Pero, para obtener sus beneficios, es necesario «estar en Cristo»: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya… Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él» (Rom. 6,4-5.8)

La Pascua es el paso de Dios, el paso de Jesús de Nazaret, resucitado de entre los muertos, que sigue vivo y haciendo el bien. La Pascua es el paso del pecado a la vida de gracia, de amistad y de unión con el Señor: “Noche Santa que ahuyenta los pecados, lava las culpas y devuelve la inocencia a los caídos”(cantamos en el Pregón de la Vigilia Pascual).

Paso de la muerte a la vida: «Lo mataron colgándolo de una cruz, pero Dios lo resucitó» (cf. Hch. 2,23-24). San Pablo escribe: «Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Romanos 10,9). La Pascua de Cristo es el triunfo del amor: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn. 15,13). Y Cristo la dio por todos.

Celebremos el gozo desbordante de la Pascua. Como decimos en la liturgia: «Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría»… El mejor modo de que, este gozo, no se convierta en algo puramente externo, es ahondar en las motivaciones que la liturgia señala como justificantes del mismo. En los prefacios del tiempo de Pascua, antes a consagración del pan y el vino, decimos:

Verdaderamente ha resucitado el Señor; verdaderamente tenía razón cuando dijo “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, y “quien me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la Vida”. Y justamente, porque Cristo ha resucitado y vive para siempre, sus palabras tienen permanente actualidad y valen para nosotros como si fueran pronunciadas hoy por primera vez. Él es el mismo ayer, hoy y siempre, por eso es contemporáneo nuestro y podemos tener una relación personal, de tú a tú, con Él.

Y cuando, por la fe, esa relación se da, el milagro de la resurrección acontece en nuestra propia vida. Por su poder nos convertimos en hijos de Dios, a imagen suya, y progresivamente vamos viviendo como Él vivió.

Por el poder de Cristo Resucitado podemos ser mejores y más felices. Al celebrar la Pascua todos estamos invitados a brindar por la vida y la esperanza; porque nada ni nadie está definitivamente perdido para el Señor. Por muy difícil y oscura que sea nuestra realidad, por muy lamentable que sea la situación a la que hemos llegado, todos podemos renacer para dar los frutos de esa vida nueva que Jesús conquistó para Él y para todos nosotros cuando resucitó.

Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo nos dicen “queremos ver a Jesús”. Como nos dijo el Papa San Juan Pablo II al comienzo del nuevo milenio: “Los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no solo «hablar» de Cristo, sino en cierto modo hacérselo «ver». ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?”.

Para que el mundo crea que Jesús ha resucitado, nuestro corazón, nuestros pensamientos y nuestras obras tienen que ser las de Jesucristo. Y eso es posible cuando nos dejamos ganar por su Espíritu, cuando respondemos a su llamada —a veces a un seguimiento especial—, cuando buscamos vivir -como Él vivió- en permanente obediencia a la voluntad de Dios; cuando oramos como él lo hizo, cuando sentimos y vivimos la fraternidad con todos los hombres…

«La paz con vosotros», eran palabras de Jesús resucitado en sus apariciones a los discípulos, y ellos se llenaron de alegría al ver al Señor. Este saludo de paz, también resuena hoy para nosotros. Cristo ha resucitado, está vivo y camina con nosotros. Si lo escuchamos y acogemos con fe, “revivirá nuestro corazón” y nos llenaremos de alegría.

Es lo que deseo para todos. ¡Feliz Pascua!

† Bernardo Álvarez Afonso

Obispo nivariense

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