carta pastoral luis argüello
Monseñor Argüello reflexiona sobre la importancia de la Comunión: “Se entrega por nosotros”
El arzobispo de Valladolid, en su primera carta pastoral del mes de abril, habla de cómo es el proceso durante la Eucarístia

Monseñor Argüello reflexiona sobre la importancia de la Comunión: “Se entrega por nosotros”
Valladolid - Publicado el - Actualizado
4 min lectura
El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, reflexiona en su primera carta pastoral de este mes de abril sobre la importancia de la Comunión, tras dos hechos ocurridos. Por un lado, el planteamiento sobre el derecho constitucional a comulgar y el agravio a la igualdad entre todos los ciudadanos “que supone la exclusión de alguien de la Comunión eucarística”. Y por otro, el arzobispo ha recordado el suceso ocurrido en la Iglesia de Nuestra Señora de la Vega en el municipio vallisoletano de Arroyo de la Encomienda donde robaron las sagradas formas.
Tras conocer lo sucedido en una de las parroquias alguien dijo que “solo han desaparecido las Formas”, alguien comentó: “Menos mal que no se han llevado nada de valor”. Dos hechos, que han tenido relevancia pública y deben hacernos reflexionar “sobre la importancia que damos a la Eucaristía y a la reserva eucarística, es decir, al Cuerpo del Señor, que en nuestros sagrarios de manera permanente nos convoca a la oración y al reconocimiento de una presencia que, de manera misteriosa, mantiene el amor en nuestro mundo y le activa en nuestras vida”.
El arzobispo pide reflexionar sobre “nuestra propia actitud ante la Eucaristía, la personal y la comunitaria”. Porque la Eucaristía es el sacrificio de Jesucristo que se entrega por nosotros de una manera eterna, permanente, “cuerpo entregado, sangre derramada”.
“La Eucaristía es un banquete al que el Señor nos congrega como pueblo que va adquiriendo la forma misma del cuerpo de Cristo y en el que se anticipa el banquete al que somos convocados en el cielo. Banquete de vida eterna que irrumpe ya en nuestro momento presente para sostener la alegría, la esperanza y la fraternidad que se abre y se extiende a todos aquellos que quieran acoger este amor inmenso. El sacrificio y el banquete se hacen realmente presentes y el Cuerpo de Cristo está presente en el pan y en el vino que en la Eucaristía se convierten en el Cuerpo y la Sangre del Señor”.
¿Cómo nos preparamos para acudir a la Eucaristía?
La preparación pide de nosotros examen de conciencia y, quizás, renovar el Bautismo para, confesando nuestros pecados, disponernos así para recibir al Señor. “Es verdad que la Eucaristía no es un alimento para personas impecables, solo María es Inmaculada Concepción. Todos somos pecadores y, siendo pecadores reconocidos que confesamos nuestros pecados, acudimos a la Eucaristía para que sea medicina y fortaleza que nos restaure desde lo profundo, pero habiendo manifestado nuestro deseo de acoger al Señor también a través de la Confesión sacramental”.
Antes de recibir la Eucaristía guardamos silencio en el templo y cuando llegue el momento de la comunión también pensemos “cómo es nuestra manera de acercarnos a comulgar, cuál es nuestro espíritu de adoración que manifestamos en la manera misma de comulgar, en nuestra inclinación antes de recibir al Señor —algunos hermanos quieren, incluso, arrodillarse antes de comulgar—, en nuestra forma de extender la mano dibujando con ella una cruz, en nuestra manera de recibir al Señor en nuestros labios”.
Cualquiera que sea la forma externa, lo que ha de ser indiscutible en nosotros es el espíritu de adoración. Decimos “amén”, es una confesión de Fe, comulgamos al mismo Dios. Viene a nosotros el mismo Cristo. Su Cuerpo, al que estamos injertados por el Bautismo, ahora nos alimenta para que podamos crecer con Él, en Él, por Él, para entregarnos en su misma misión que anuncia el Evangelio y quita el pecado del mundo.
¿Cómo acogemos la Eucaristía después de comulgar?
Hay un momento de recogimiento, de acción de gracias, de íntima adoración, de caer en la cuenta de que aquellos que nos rodean —muchos, también comulgantes— son, como nosotros, parte del cuerpo de Cristo. ¿Cómo hacer la acción de gracias después de la comunión? El agradecimiento ha de ser acción concreta de entrega de la vida a lo largo de la semana, de gesto de servicio, de perdón, de comunión. Quizás, resuenen en nosotros mientras damos gracias estas palabras de Jesús: “Antes de presentar tu ofrenda ante el altar reconcíliate con tu hermano”. Quizás, hayamos de hacerlo después de comulgar, pero hemos de hacerlo.
En todo caso, amigos, estamos llamados a cultivar el asombro eucarístico. No nos acostumbremos a vivir la Eucaristía como un acto externo, devoto o de cumplimiento, sino como aquel acontecimiento sacramental real por el que participamos en la misma entrega de Jesús en la cruz; el Resucitado se hace realmente presente ante nosotros, por nosotros, para caminar con nosotros. Asombrémonos de este acontecimiento, que anticipa el banquete del cielo, para desear el cielo en cada Eucaristía y vivir de la manera adecuada para seguir la senda que allí nos lleva.
"El Señor, Rey del Universo, se ha hecho presente en medio nuestro. Le hemos podido comulgar y vamos ahora, formando parte de su Cuerpo, a entregar la vida en un amor misericordioso en favor de los demás mientras peregrinamos, cantando la alegría de haber podido vivir el sacramento de nuestra Fe, anunciando su Reino, proclamando su resurrección y, al mismo tiempo, gimiendo. ¡Ven, Señor Jesús!".