SOCIETAT

El geriátrico Aragó sigue sumergido en el caos después del brote de salmonelosis

Algunos internos aún desconocen lo sucedido

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Eduard Fernández nos explica las condiciones del geriátrico Aragó

Redacción COPE Cataluña

Barcelona - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

La Fiscalía de Barcelona ha solicitado este mismo mes el cierre del establecimiento, ubicado en pleno centro de Barcelona, pero el juez ha determinado la propuesta como “prematura”. Aún quedan muchos cabos sueltos por atar, pero la Fiscalía asegura que el riesgo para los ancianos sigue vigente. Aún así, el Juzgado de Instrucción número 17, el cual instruye la causa, rechazó la propuesta considerando que es demasiado pronto.

El organismo que gestiona los servicios sanitarios bajo el cargo del Ayuntamiento de la ciudad condal y la Generalitat, el Servicio de Epidemiología de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, hizo tres inspecciones diferentes en la residencia entre agosto y septiembre del año pasado; es decir, entraron en pleno brote. La situación que se describe en ese momento es de un caos e inhumanidad abismal. Según los funcionarios, el lugar estaba reinado por la suciedad y la inmundicia: lavabos sucios, pomos de puertas a los que se les pegaban las manos, suelos viscosos y lo que describieron como “restos similares a vómito” en uno de los baños utilizados por un interno.

Los técnicos también dieron constancia de la falta absoluta de productos de desinfección, a pesar de que aseguraban la limpieza de cada lavabo tras su uso. De la misma manera, hicieron constar en acta como se llegaron a encontrar un pañal sucio, o como también pudieron observar los reposabrazos de los sofás, que acumulaban una cantidad de suciedad inimaginable.

Hemos podido hablar con Eduardo Fernández, un señor que vive en el mismo centro, y nos ha sorprendido con sus declaraciones. Para empezar, hemos podido comprobar que los internos no han sido informados de la situación, ya que él mismo nos ha hablado de 4 muertos, habiendo sido 8. La lástima profunda ha venido después, cuando ha asegurado con cierto temor que no quería hablar mucho del tema, ya que “aquí libertad de expresión, no hay”, nos decía. Aún así, se alegra del cambio de dirección y se compadece de las trabajadoras del establecimiento, las cuales son muy pocas para los 80 o 90 internos que el centro recoge.

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