OPINIÓN: 'Asintomáticos de realidad. Acríticos de la mentira', por Juan Carlos Gumiel
"¿Cuánto tiempo va aguantar este país con este grupo de mentirosos malgastadores, arropados por formaciones nocivas para la democracia, corriendo continuamente la banda?"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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No es que quiera reiterarme una y otra vez, es que se hace necesario recordarles a los “asintomáticos” de realidad, cual es la situación real por la que atravesamos y no precisamente la que particularmente les quiera reflejar o inculcar sino más bien, la que se puede comprobar en muchos de nuestros propios estómagos, a través de esta indigestión que nos está produciendo el alimento político que, día tras día, nos tragamos e ingerimos con este gobierno de mentirosos compulsivos, acomplejados, sectarios e incapaces de gobernar (como se está demostrando) para toda la nación, de una forma ecuánime y ordenada.
Este conglomerado de arribistas del tres al cuarto que, lejos de buscar en una situación tan complicada y preocupante como la que vivimos, la calma democrática, la concordia constitucional y las lógicas estrategias para dar soluciones a un país que se va descuajaringando por horas, se dedican a mover el árbol de la agitación social haciendo oposición a la oposición y fomentando a cada paso que se da la división entre españoles. Me he cansado de decir en anteriores ocasiones que convivíamos perfectamente hasta que llegaron con sus planteamientos de totalitarismo social comunista. A estos solo le vale, conmigo o contra mí. España y los españoles en su conjunto les importamos un auténtico carajo, así de claro y así lo vienen relatando los hechos. Es tan fácil como irse a echar un vistazo a las hemerotecas, si no es usted un fanático partidista de este grupo de irresponsables gestores, fácilmente descubrirá que le han mentido en su propia cara una y otra vez, que hemos sido engañados con cantos de sirena, ayudados por una propaganda mediática predispuesta y controlada, previo pago de su importe. La gran mayoría de españoles todavía creemos en la democracia, en la normal convivencia entre diferentes ideologías y en la Constitución Española, con una monarquía parlamentaria (esa que votamos democráticamente en 1978) y que estos “chiquilicuatres” pretenden erosionar como estamos viendo, semana tras semana.
Han conseguido calar con sus juegos de malabarismo pueril y artificios populistas, con sus señalamientos públicos y sus falaces mensajes de futuro y bienestar social, en un buen número de acríticos de la mentira que se sienten más cómodos con el discurso del “buenrollismo”, la facilidad de la paguita y la ley del mínimo esfuerzo, inoculándoles el odio y la repulsa a todo lo que no suene a lo suyo, demonizando toda postura contraria.
Para intentar resumir la situación… “que estos platos rotos los paguen otros”. Nosotros somos los buenos y punto. Somos los progres de parvulario y esta ronda de desastre que la paguen los generadores de riqueza. Que los ricos dejen de ser ricos y tan malvados y que los pobres sean más pobres y tenerlos controlados.
Ahora, todo tiene que ser muy público y muy comunista (menos ellos claro), porque el presidente tiene derecho a hablarnos de transición ecológica desplazándose habitualmente en un reactor ecológico o descansar en un “Palacete Real”, mientras la pandemia volvía a recrudecerse, o que a este gobierno se le llene la boca de defensión de la sanidad pública para que luego su vicepresidenta acabe atendiéndose sus dolencias en la sanidad privada (todo muy lógico), o que el vicepresidente nos haya dado lecciones de humildad desde una casa modesta en un barrio periférico de Madrid para acabar en un chaletazo de Galapagar (vaya, lo normal en un comunista de libro), o que su compañera de vida y escaño la ministra de igualdad, “jo tía”, acabe posando de guay en Vanity Fair, pero no lo vayamos decir muy alto, como en el 8M ya saben, por si acaso…
Que ministros y ministras estén cargándose el turismo, el empleo, la economía, la educación, etc. cuestionando instituciones a cada paso, desde la propia monarquía hasta las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, pasando por la justicia, la empresa y hasta los medios de comunicación que no sean afines; todo ello con sus directores generales, sus secretarios y sus cientos de asesores que nos cuestan un pastizal, a los cuales, ni se les ve mucho, ni ya se les está esperando. ¿Cuántos ejemplos hay que poner más encima de la mesa? ¿Ser el país con la mayor tasa de mortalidad por Covid en Europa? ¿Ser el país con el peor pronóstico económico de Europa? ¿Ser el país con uno de los mayores fracasos educativos? ¿Ser el país con uno de los grandes índices de desempleo en jóvenes?
¿Qué tiene que pasarnos para darnos cuenta ya de lo incoherente que es seguir siendo asintomático de la realidad y acrítico de la mentira? ¿Cuánto tiempo va aguantar este país con este grupo de mentirosos malgastadores, arropados por formaciones nocivas para la democracia, corriendo continuamente la banda?