A Fala: la lengua ancestral con solo 6.000 hablantes que lucha por no extinguirse

En pleno corazón de la provincia de Cáceres, en el valle de Jálama, resiste una de las lenguas más singulares de la península ibérica: el A Fala, también conocido como xalimego. Hablado únicamente en los municipios de San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, este idioma de raíces galaico-portuguesas se enfrenta a la amenaza de extinción con solo entre 5.000 y 6.000 hablantes actuales.

La singularidad del A Fala radica en su origen medieval, vinculado al galaico-portugués, pero con una evolución propia que lo ha convertido en una lengua única. Su aislamiento geográfico ha permitido que la lengua se mantenga prácticamente intacta durante siglos, siendo transmitida de padres a hijos como parte de la identidad de la comunidad xalimega. Sin embargo, en los últimos años, el éxodo rural y la globalización han reducido significativamente el número de hablantes, especialmente entre las generaciones más jóvenes.

Según explica Daniel Gordo, miembro del Órgano de las Lenguas de Extremadura, el A Fala "ha sido durante siglos un símbolo de identidad cultural para los xalimegos, pero la globalización y el uso predominante del español lo han relegado a un segundo plano". La falta de medidas para su protección ha hecho que la lengua se hable cada vez menos en los hogares, lo que pone en riesgo su continuidad.

El papel de la educación es clave para la preservación del idioma. "Es imprescindible fomentar la enseñanza del A Fala en las escuelas y apoyar iniciativas culturales que visibilicen este patrimonio único", apunta Gordo. Además, las asociaciones culturales de la zona han puesto en marcha diferentes proyectos para revitalizar el idioma, como talleres de lengua, música y literatura que buscan acercar el xalimego a las nuevas generaciones.

La preservación del A Fala no solo garantiza la diversidad lingüística, sino que también protege la riqueza cultural de la región, que se refleja en sus tradiciones, música y expresiones artísticas. Los vecinos del valle de Jálama se aferran a su lengua como símbolo de identidad y resistencia, pero el futuro del idioma depende de un esfuerzo colectivo para evitar su desaparición.